Capítulo 9: Sentimientos al Desnudo.

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—Milo, tengo frío —murmuró a duras penas, los dientes le castañeaban y la piel le transpiraba como si de pequeños cuchillos afilados se tratase

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—Milo, tengo frío —murmuró a duras penas, los dientes le castañeaban y la piel le transpiraba como si de pequeños cuchillos afilados se tratase. Sudor helado recorría todo su cuerpo, poniéndolo a temblar como una delgada hoja en otoño —. No me siento muy bien.

—¿Porqué no me lo has dicho antes? —reclamó en un tono de dureza Milo, pero únicamente logró que Camus se hiciera pequeño y bajara la cabeza, indispuesta a pelear con él. Suspirando con resignación, se levantó de la silla y lo miró con visible ternura—. Vamos, tienes que recostarte, deja te ayudo.

—No es necesario, yo puedo solo —se negó, pero bastó a que se pusiera en pie para que el mundo a su alrededor comenzara a girar como una ruleta. Y de no ser por Milo que le sostuvo de los brazos a tiempo, lo mas seguro es que terminara de bruces en el suelo—. Gracias —atinó a balbucear.

—No es nada. Si mírate nada mas como estás, pareces un moribundo —lo sentó de nuevo sobre la silla y le tendió su vaso con agua y una pastilla para la gripe. Al instante, Camus la tragó y bebió con gran avidez, refrescando su garganta que escocia a horrores, hasta que la última gota de agua se acabó—. Ahora dime, ¿qué estabas tratando de hacer en el medio de las montañas?

No era un buen momento para comenzar a interrogarle sobre ese punto, pero la curiosidad corroía sus venas.

—Quiero ir a la cama —cambió drásticamente el tema con palpable indiferencia y se incorporó de golpe, como resultado, se tambaleó de nuevo y Milo negó con la cabeza, sabiendo de antemano lo obstinado que realmente era, aún cuando no lo parecía.

E ignorado sus reclamos y amenazas de muerte por tratarlo como un moribundo, lo llevó hasta la cama como si fuese su amada esposa y no su mejor amigo, seguidamente, lo tendió sobre las sábanas con una delicadeza que incomodó de cierta manera a Camus. Su corazón se aceleró a límites insospechables, seguido de un abrazador calor que lo recorrió de la cabeza a los pies, volviéndolo tímido en cuestión de segundos.

Perfectamente tapado con el edredón, observó con de soslayo e inquisitivamente al regente de Escorpio, puesto su comportamiento no hacía mas que enmudecerlo conforme pasaba los minutos a su lado. Y es que Milo jamás se había tomado tal atrevimiento antes, ni siquiera cuando creyó muerto a Isaac y se devolvió al Santuario importándole poco la torrencial lluvia que le cayó como balde de agua helada sobre la cabeza.

Esa madrugada, Milo le recibió en Escorpio con una expresión indescifrable en su rostro, dispuesto a reclamarle el porque del silencio en las cartas que le mandaba, pero al mirarse a los ojos, la comprensión inundó su ser y se serenó. No pudo hacer nada mas que abrir sus brazos y ofrecerse a ser su pilar mas poderoso y fuerte en una penosa situación como aquella, misma que se le había salido completamente de las manos al príncipe del hielo y agua, siendo al final de cuentas un simple adolescente que se derrumbó como cualquiera lo haría.

Camus recuerda haber dormido junto a él, en la misma cama, pero nunca entre sus brazos. Desde un inicio, impulso entre ellos una glacial y necesaria distancia, Milo pareció respetar su decisión y le dio su espacio en todo momento, pero ahora... Ahora Milo rompe con todas esas barreras que levantó como una gruesa barrera de hielo que lo protegió por mucho del dolor y los sentimientos que enterró cuando puso un pie en Santuario.

𝑫𝒆𝒔𝒆𝒓𝒕𝒐𝒓 ❥ 𝑴𝒊𝒍𝒐 𝒙 𝑪𝒂𝒎𝒖𝒔 ✔Where stories live. Discover now