Cansado de las constantes batallas en contra de los dioses, la perdida temprana de sus amigos y la muerte incluso de él mismo, Camus de Acuario decide que ya ha sido suficiente. Ser un caballero de Athena nunca estuvo en sus planes, pero a su yo de...
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Milo de Esporpio llegó al Santuario con una horrible sensación de vacío en su pecho.
Había defraudado al hombre que mas amaba en este mundo sin pensárselo dos veces pero, no tuvo otra alternativa mas que saltar prácticamente a su propia muerte si eso significaba que Camus estaría seguro.
Ganar esta guerra se había vuelto su mayor prioridad justo ahora, inclusive sobre el propio Camus... Un Camus por el que tuvo que armarse de valor y darle la espalda en el momento mas crucial de su relación. Y es que no hubo necesidad alguna de que pasaran meses o años solos para aflorar los sentimientos que sentían el uno por el otro, porque bastaron días para que eso sucediera pero él lo había echado todo a perder cuando lo dejó atrás.
Solo.
No obstante, Camus, inteligente como era, debió comprender el porque de sus decisiones.
—Milo, que bueno que por fin regresaste. —Mü de Aries le dio la bienvenida con una amena sonrisa que lo descolocó.
Se sorprendió al instante al verlo en su templo, sobre todo, libre.
—¿Qué está sucediendo, Mü? —exigió saber sin una sola nota de dulzura en su voz—. La última vez que te vi fue detrás de una prisión, ¿cómo es qué ahora estás aquí?
Mü le hizo un gesto que no entendió. Después de todo, él no era de descifrar muy bien los gestos de las personas, pero graciosamente, si de Camus.
Mi Camus.
—Sígueme —le indicó Mü, girando sobre sus talones e internándose en el interior de su templo.
Suspiró cansino, pero mas que dispuesto a entender que era lo que estaba pasando en el Santuario. Con aquel pensamiento en mente, y con su armadura dorada puesta, siguió a Mü de Aries en silencio y con miles de ideas en la cabeza.
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Death Mask de Cáncer se hayaba sentado sobre el tejado de su templo, con la mirada puesta en el horizonte cuando vio a Milo llegar.
—¡Vaya, vaya, vaya! Pero miren quién se dignó a regresar —drámatizó eufórico, aterrizando en un instante frente al caballero de Escorpio con elegancia.
