Capítulo 10: Tan físicamente diferentes, pero internamente iguales.

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—Otra dimensión

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—Otra dimensión.

Aioria y Saga, desaparecieron en un segundo frente a sus ojos, pero no lo suficiente para encestarle a cada uno por lo menos, seis de sus agujas. Atacarlos no estaba en sus planes, pero al ver que se habían llevado a Camus sin que él lo notara, y como un par de vil ladrones, le enfureció tanto que atacó al instante sin pensárselo dos veces, sin embargo.

Esos bastardos todavía pudieron escapar gracias a la técnica de Saga, la otra dimensión.

Apretó los puños con irreprimible furia, tornando sus nudillos completamente blancos y provocando que la vena en su cuello y frente saltara descontrolada.

¿Qué demonios planeaban esos dos al raptar a Camus de esa manera?, se preguntó, pero la respuesta no llegó con claridad.

En su mente, miles de respuestas flotaban, pero no sabía cual era la correcta. Así que, inhalando y exhalando con brusquedad, se fijó en el cuerpo mallugado y visiblemente enfermo de Camus.

De inmediato, corrió hacia él, una de sus rodillas tocó el áspero suelo y sus brazos no tardaron en amoldar a Camus entre ellos, retirando de su pálida, fría y sudada cara un húmedo mechón de pelo viridian.

—Te dije que te encontraría siempre, Camus. Y no pienso romper a mi palabra —murmuró casi sobre sus delgados labios, levemente agrietados pero igualmente tentadores a la vista. Tragó en seco y sacudió frenéticamente la cabeza—. No, ahora no es momento para pensar en eso.

Se puso en pie, y a vista que comenzaba a tener espectadores, comenzó a caminar de vuelta al pequeño cuarto que había rentado con sus ahorros, si calculaba bien, tendría que pensar a donde deberían ir dentro de tres, puesto el dinero en sus bolsillos, no sería suficiente para un día más.

Al llegar, subió las escaleras e ignoró las miradas inquisitivas y repulsivas a su espalda. Menos mal que no vestía su armadura, de lo contrario, llamarían excesivamente la atención.

Incluso mas de lo que ya lo hacían.

Cuando la espalda de Camus tocó el colchón, apartó el flequillo de su frente y comprobó que, en efecto, ardía en fiebre. Puso manos a la obra, y fue por agua fría al baño y un paño húmedo, arrastró una vieja silla de madera al borde de la cama y se sentó. Seguidamente, colocó el tazón con agua en la mesita de noche y exprimió lo suficiente el paño, hasta colocarlo en la frente perlada de sudor del galo.

Las horas comenzaron a pasar y en ningún momento lo abandonó mas que para traer mas agua, pronto, el cuerpo de Camus se fue refrescando gracias al paño húmedo que arrastró por su piel.

Su estómago gruñó, pero lo ignoró y se entregó completamente a la tarea de bajarle la fiebre a quien únicamente era su mejor amigo.

Quiere entenderlo, pero no puede.

Camus si que debe tener sus propias razones para no dejarse llevar por su corazón y lo que dicta su cuerpo, el tema de su madre lo conoce perfectamente, así como Camus también conoce la historia detrás de quien se reconoce como Milo de Escorpio, santo de Oro de Athena.

𝑫𝒆𝒔𝒆𝒓𝒕𝒐𝒓 ❥ 𝑴𝒊𝒍𝒐 𝒙 𝑪𝒂𝒎𝒖𝒔 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora