Capítulo Final: El Sacrificio.

281 34 71
                                    

—¿Qué pasará con nosotros, Milo? —se entristeció Camus, recostado sobre el pecho desnudo y sudoroso de su actual amante —el orgulloso caballero de Escorpio—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Qué pasará con nosotros, Milo? —se entristeció Camus, recostado sobre el pecho desnudo y sudoroso de su actual amante —el orgulloso caballero de Escorpio—. Se aferró a él con manos trémulas y heladas, trazado líneas a lo largo de sus brazos y llenándose los pulmones de su aroma a griego con tal de atenuar sus visibles temores.

Lo cierto era que tenía miedo.

Mucho miedo de perderlo y de perderse así mismos en una guerra infantil que debió acabarse siglos atrás, pero la codicia de los dioses no parecía tocar fondo, únicamente incrementaba en cada batalla y él estaba harto, demasiado harto de todo eso.

Depositando un reconfortante y tranquilizador beso en la cima de su cabeza, Milo acarició sutilmente sus caderas, recalcándole en silencio que no iba a dejar que nada malo le pasara esta vez.

Él lo protegería mas que ningún otro caballero, incluso mas que la propia Athena.

—Pasará lo que tenga que pasar. Por lo pronto, necesito ir al Palacio marino y ayudar a Aioria y al maestro a derrotar a Poseidón —se puso de pie y empezó a vestirse rápidamente bajo la mirada ardiente y no menos mortificada de Camus.

—¿No creen que están siendo muy precipitados? Poseidon es, después de todo, uno de los dioses mas poderosos, no deberían confiarse de ese modo —expuso mientras copiaba sus movimientos.

—No nos queda de otra, Camus. Si vamos a perder, perderemos con honor —sus palabras estaban impresas en gallardía y valor.

Camus lo observó por un breve instante sabiendo que no existía forma de hacerlo desistir en ser parte de aquella locura, sin embargo, la sola idea de soltarlo sin el mas mínimo dolor de no volver a verlo se volvía insoportable.

—¿Porqué necesitan de mi? —preguntó en medio de un suspiro pesaroso.

—Cuestión de Shión, según él, contigo de nuestro lado, tendremos asegurada la batalla —los ojos de Camus se abrieron, horrorizados con lo que eso significaba. Milo se volvió hacia el una vez vestido y tomó su rostro desorbitado, sujetándolo con protección—. Camie.

—Milo, ¿insinúas que yo...? —no pudo siquiera pronunciarlo porque se echaría a llorar, desolado frente a él.

—Sí —confirmó su temor, y él se limitó a bajar la mirada, resignado. No era dueño de su propio destino aún cuando trató de combatir contra él, fracasó al final, y se siente un reverendo estúpido por imaginar que podía ser libre por primera vez en su vida—. Pero Camie, no te preocupes, no voy a dejar que nada malo te suceda, porque no irás.

—No puedes asegurarme nada, Milo. Es una guerra doble, Athena y sus caballeros serán indudablemente aplastados —mortificado, cerró los ojos y se rehusó a enfrentar su mirada repleta de ilusión. Una ilusión que se quedaba en eso, ilusión.

—Por supuesto que puedo, incluso si tengo que entregar mi vida a cambio de la tuya, lo haré —prometió con pasión, tratando de disipar el torbellino de emociones que se desataban dentro de su pareja.

𝑫𝒆𝒔𝒆𝒓𝒕𝒐𝒓 ❥ 𝑴𝒊𝒍𝒐 𝒙 𝑪𝒂𝒎𝒖𝒔 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora