Capítulo 11: El Mensaje.

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Milo y Camus llegaron a la vieja casita donde definitivamente éste último dejó por última vez a Aphrodita, sin embargo

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Milo y Camus llegaron a la vieja casita donde definitivamente éste último dejó por última vez a Aphrodita, sin embargo.

Tuvo que ser llevado nuevamente por Milo, esta vez, se rehusó a ir en sus brazos, demasiado lúcido y abochornado para dejarse hacer, pero eso no impidió que dejara a un lado su vergüenza y orgullo y se montara en la espalda del regente de Escorpio.

Ir a la velocidad de la luz los hizo llegar en cuestión de segundos.

—¿Es aquí? —cuestionó Milo, observando la fachada de la casa con palpable impresión.

No era muy cercano a Aphrodita pero, lo poco que sabe de él, es que nació en cuna de oro, he de ahí sus ínfulas de superioridad y su jovial delicadeza. Alguien que se regocijaba con ser de la realeza, pero a nadie le constaba, no se atrevería a meter siquiera la nariz en una agujero como ese. Lo recalcó infinidad de veces.

Aunque quizás, las circunstancias lo obligaron a.

—Sí. Aquí fue donde nos despedimos la última vez —dijo Camus, agudizando sus sentidos al máximo cuando notó las luces completamente encendidas y la puerta principal —y única—, abierta de par en par—. Hay que entrar.

—No —lo cogió de la muñeca cuando intentó adentrarse. Camus se volvió hacia el con una nota de sorpresa en su mirada—, será mejor que tú te quedes aquí afuera y sea yo quién entre, no me quiero arriesgar a que pueda pasarte algo malo.

—Milo, ¿te olvidas qué alguna vez también fui un caballero de Oro?

—En lo absoluto.

—¿Entonces?

—Tú mismo lo has dicho antes, Camus. Fuiste un caballero de Oro, tiempo pasado, ya no lo eres —puntualizó con dureza, Camus bajó la mirada y sus puños temblaron—. Y lo lamento si te he herido de alguna forma, pero es nada mas que la cruel verdad.

—No lo hiciste —acotó, pero su expresión corporal decía todo lo contrario. 

—Pero no me atrevería a arrojarte a la boca del lobo en tu actual condición, no es de un caballero, mucho menos, uno de Athena y del más alto rango. Así que no, no irás allí sin que antes corrobore si es seguro entrar —ordenó con determinación, y aunque Camus quiso abrir la boca y objetar, solo se limitó a cruzar uno de sus brazos —su único libre— en su cintura y asentir.

—De acuerdo.

Milo sonrió contento.

—Buen chico —felicitó, rompiendo el agarre que ejercía en su muñeca y subiendo su mano a su suave cabello, revolviéndolo como si fuese él un cachorro—. Cuando todo esto acabe, te recompensare con un fogoso beso —le guiñó el ojo con coquería.

—¡Milo Onasis! ¿Tú...? —gritó, rojo como una cereza.

—Vuelvo enseguida.

Y alzándose de hombros mientras se carcajeaba, Milo le dio la espalda y se internó en la casa, dejándolo atrás, sin saber, con un hormigueo en la piel y un corazón acelerado.

𝑫𝒆𝒔𝒆𝒓𝒕𝒐𝒓 ❥ 𝑴𝒊𝒍𝒐 𝒙 𝑪𝒂𝒎𝒖𝒔 ✔Where stories live. Discover now