Capítulo 29:

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— Dylan, por favor —pido, con mi mente nublada por el placer que me dan sus toques.

— ¿Por favor que? —cuestiona y sus labios precionan la piel de mi cuello.

— Déjame ir —pido, pero al contrario de mis palabras, mi cuerpo pide más cercanía con el suyo.

— ¿Dejarte ir? Ya te di tu oportunidad, no te daré otra —ronronea a mi oído y por fin aparta la molesta tela que le impedía el toque directo con mi intimidad—. ¿Como dejo ir a la persona que más amo? —besa mis labios y uno de sus dedos se adentra en mi interior, suelto un gemido y me aferro a sus hombros—. Ahora, dime que me detenga.

— No lo hagas —Esta vez soy yo quien reclama sus labios, con lentitud y a la vez con hambre, queriéndome fundir con su calor—. No lo hagas por favor —murmuro y le escucho soltar una maldición.

Inmediatamente un segundo y tercer dedo se entran en mí y mi espalda se arquea mientras los mueve con precisión, adentro y fuera, cada vez más rápido.

— Abrete para mí Bambi —pide en un susurro ronco y mi cuerpo obedece, haciendo que me recueste más arriba del capó, hasta poder elevar mis piernas también sobre este.

Con su mano libre levanta mi falda hasta que mi intimidad queda expuesta a él. Su pulgar comienza a trazar círculos sobre mi clítoris mientras sus dedos dan estocadas certeras a un punto de placer dentro de mí.

Gimo e intento aferrarme al metal del coche. Levanto un poco mi vista, llevándola a él, y sus ojos, tan oscuros como la mismísima noche en la que nis encontrábamos, me recibe con lujuria.

Una sonrisa torcida se asoma a sus labios cuando sus dedos salen de mi interior y suelto una audible maldición.

— Deberías ser más paciente, Bonita —menciona, pero su voz dulce va en contra de sus acciones, quita mis bragas y, mirándome a los ojos, lleva estas a su rostro, oliendo mi aroma en ellas y estoy segura que mi rostro es un tomate.

— Dylan —mascullo y cierro mis piernas, por pura vergüenza, sin embargo su mirada peligrosa me hace estremecer.

— Abre tus piernas —ordena con voz fuerte y trago en seco—. Alexa, no me hagas repetirlo.

Acato su orden, y miro hacia ambos lados de la carretera, por un momento se me había olvidado el lugar en donde estábamos.

Él sujeta mis piernas y besa el interior de mis muslos, haciendo que suelte un largo suspiro.

— Este, no el lugar para... —intento decir con mi respiración descompensada cuando su lengua se extiende sobre mi intimdad y mis palabras son ahogadas por un jadeo.

Me apoyo en mis brazos, elevando un poco mi torso y siendo observadora de sus ojos, llenos de lujuria y cariño, mientras siento como su húmeda lengua replaza la misión que llevaban sus dedos.

— Espera, por favor —pido y me dejo caer nuevamente cuando comienza a fingir embestidas con su lengua, y sus manos viajan bajo mi blusa, apricionando mis pechos tras el sotén y jugando con mis pezones.

La imagen de aquel hombre caliente entre mis piernas y la adrenalina de poder ser descubiertos en un acto así hace estragos en mi cuerpo.

Unos espamos comienzas a hacer que mi cuerpo sea consciente de lo inminente al mismo momento en que su mirada y la mía se cruzan.

— Dylan —gimo su nombre al llegar a mi tan anhelado orgasmo.

Mi cuerpo se relaja por completo sobre el duro metal a la vez que trato de que mi respiración se normalice.

Noto como Dylan extiende su cuerpo sobre el mío y, sujetando mi barbilla, hace que le vuelva a mirar. Sus labios están brillosos y húmedos a causa de mi liberación, se relame los labios y muerde el inferior.

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