Capítulo 31: Culpa

2.3K 352 135
                                    

Pov Kail

¿Por qué? ¿Por qué de todas las cosas hizo eso?

Mi padre entró a mi casa y me observó con desaprobación, quitando la botella de mi mano y tactando mi frente.

— Oye, ya basta de esto, llevas días así —Se sentó a mi lado y me abrazó por los hombros.

Me sentía tan destruido y traicionado.

— Solo, no lo puedo creer aún —hablé en voz baja.

— ¿Te ha intentado llamar? —preguntó.

— La bloqueé —informé y él dio un largo suspiro.

— Oye —palmeó mi hombro, separándome de él y sonrió—. ¿Por qué no das un paseo y despejas? Estar encerrado no te traerá nada bueno. Tu madre y yo estamos preocupados.

— No quiero salir —traté de volver a tomar la botella de alcohol lo cual no me permitió, alejándola nuevamente de mí.

— Kail, me importa un bledo lo que quieras, ahora mismo te das un baño y sal a caminar, estos últimos días te he dejado en paz, ya no más —Su voz dura solo hizo que me doliese la cabeza.

— Vale, ya voy —dimití, poniéndome de pie y yendo hasta el baño de mi habitación para darme una larga ducha.

(...)

Camino por las calles mientras escucho música, me detengo para cruzar una calle y levanto mi vista hasta uno de los anuncios digitales. En la gran pantalla sobre un edificio se halla una foto de Alexa en un comercial de motos.

Una sonrisa triste emerge de mis labios y sigo mi camino.

< ¿Gwen estará bien? Hace unos cuantos días no sé de ella. Me pregunto si seguirá robando chocolates a escondidas. >

Un fugaz recuerdo de Gwen y yo robando chocolates en mitad de la noche a escondidas de Alexa pasa por mi mente y mis ojos se nublan nuevamente.

< ¿Así se sentirá perderlo todo? >

Estoy al punto de cruzar un parque cuando veo a mi derecha el hospital de mi tío. Hace mucho no lo veo.

Sin mucho que hacer me dispongo a darle una visita. Me acerco a recepción donde me reconocen de inmediato.

— El señor Anson está en una reunión, puede esperarlo en su despacho —permite la recepcionista y agradezco para seguir mi camino.

Subo al octavo piso y entro a su oficina. Mi tío es el director del hospital más reconocido de todo EEUU.

Observo la tapicería blanca de las paredes, dos sillones oscuros frente a un escritorio de caoba, en las paredes hay varias fotos de toda la familia, una repisa de libros de medicina, también otra con archivos de sus casos y una más con variados trofeos, diplomas y reconocimientos.

Sin duda tiene un gran talento para esto.

Me siento en su sillón tras su escritorio y doy un largo suspiro recordando aquel día hace seis años.

— Por favor, acepta su caso —había pedido y solo recibido una mirada de indiferencia.

— ¿Por qué debería ayudarla? Ese tumor es muy peligroso, aun si fuese yo quien dirigiese la operación existe un alto riesgo de fracaso, mi reputación está en juego —explicó mientras revisaba unos documentos.

— Ana es alguien importante para...

— La chica que te gusta —interrumpió y recibí su mirada incrédula—. Una chica que no siente lo mismo por ti, y por lo que me cuentas, su novio es un imbécil que solo te reta, ¿para qué quieres ayudar a alguien si solo vas a perder tú?

Perfectamente conectadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora