𝔐𝔦 𝔞𝔩𝔢𝔤𝔯í𝔞, 𝔪𝔦 𝔱𝔯𝔦𝔰𝔱𝔢𝔷𝔞 𝔶 𝔪𝔦 𝔞𝔪𝔬𝔯

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Ecos de risas y gemidos placenteros se alcanzaban a escapar del baño de la habitación.

Dentro de esta, Drácula le hacía el amor a Jonathan de forma apasionada, tal y como siempre se lo hacía desde que la primera vez que le hizo el amor.

Habían salido de la ducha desde hace dos horas, ahora lo embestía con suavidad sobre el lavabo del lugar, aún estaban húmedos por el sudor.

Observaba el rostro placentero de Jonathan, el cual gemía con gran goce, pues acababa de tener un orgasmo y su cuerpo se estremecía.

Drácula, al verlo, no podía dejar de pensar en una cosa en particular...

Sostuvo aquella cintura y recostó su cabeza sobre su pecho, Jonathan deslizó su mano derecha por su cuello, la otra acarició sus cabellos azabache alborotados.

— ¿Q-Qué pasa?, ¿Quieres que te dé mimos? —, preguntó Jonathan con calidez.

Drácula solo sonrió y asintió con la cabeza, había dejado de moverse, Jonathan dejó escapar una pequeña risilla.

— Eres tan extraño... Aún sigo sin poder creer que el mismísimo Drácula esté tan desesperado por mis mimos —, comentó con una gran sonrisa.

— Eso es porque cada día te amo un poco más... —, susurró Drácula al cerrar los ojos y disfrutar de las caricias en su cabeza y cuello. — Mi amor... te has apoderado de mi alma, de todo mi ser... Te amo —

— Eres tan cursi... Me encanta —, dijo Jonathan con suavidad para volver a reír, — Mi enorme y aterrador Drácula, yo también te amo... y será así por siempre —

Drácula, conmovido, elevó el rostro y besó aquellos suaves labios a los cuales ya se habían vuelto familiares, su lugar seguro.


Sus gemidos dentro de su boca hacían eco dentro de la suya, combinando sus alientos y saliva al embestir nuevamente en vaivenes ahora rápidos y hambrientos.

Al más alto le llenaba de éxtasis el simple acto de acariciar aquella piel... La cual hace tiempo que se había vuelto igual de fría que la suya, pero para sus manos... Está era la más cálida del mundo.

Ambos perdidos en sus pensamientos y en el cuerpo del otro, perdieron el control del tiempo como casi todas las noches que se entregaban.

Al amanecer, Jonathan abrió los ojos con lentitud, una gran sonrisa se dibujó en su rostro.

Estiró su mano derecha y estrechó el cuello del vampiro mientras hundía su rostro en su hombro y recostaba la mejilla al hacer una boba sonrisa.

— ¿Qué haces?... —, preguntó Drácula entre gruñidos y con los ojos cerrados, pues había sido despertado por el peso en su pecho.

— Mh... Eres muy suave, como una almohada recién esponjada —, comentó con alegría.

Drácula dejó escapar una pequeña risa nasal mientras deslizaba una de sus manos por la delgada espalda del otro.

— Deja mi pecho en paz... —, dijo al abrir los ojos y observar al otro con una sonrisa divertida.

— ¿Por qué?... Son lo mejor —, dijo con voz suplicante al elevar la mirada y ver al otro con un rostro de cachorro, — ¿Acaso quieres que me aparte? —

— ¿Acaso quieres que te devore?, eres fastidioso —

— Eso llevas diciendo desde que me conociste y- —

— Y te he estado comiendo todos los días desde ese momento —

Jonathan dejó escapar una carcajada, volviendo a recostar su mejilla en él... Entonces, al dejar de reír, algo vino a su cabeza.

Entre Lujuria y SangreWhere stories live. Discover now