VI. Últimas palabras

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Un gran percance.

—¡Chicos, está pasando un meteorito y creo que caerá por aquí! —dijo Barou ignorando todo el espectáculo que estaba sucediendo—. Hay que evacuar el edificio.

Así, todos los aludidos salieron corriendo como podían de ese lugar y caminaron hacia la playa para observar el avistamiento. Y Barou, quien vestía una polera musculosa gris, unas bermudas negras y unas sandalias, no mintió. Se podía ver en el firmamento una esfera de fuego que se acercaba poco a poco a su posición. El pánico cundía entre los futbolistas. Algunos corrían de un lado a otro o en círculos gritando: "vamos a morir". Otros se metieron al mar, pues creían que estar envueltos en un naufragio era mejor que morir calcinado. Otros quedaban ahí, pasmados mirando como el meteorito iba a estrellarlos. Pero, los enamorados se fueron cada uno por su lado y era lo lógico. Porque si no había nadie más, qué mejor que pasar el último minuto de la vida con la persona que amas, ¿no?

Bachira e Isagi se habían apartado lo suficiente del resto como para poder interactuar de forma melosa. Isagi besó a Bachira y este no dudó en corresponderle. Bachira tomó el rostro de Isagi entre sus manos para profundizar el beso, Isagi lo apretujaba desde su cintura para poder hacer lo mismo. Cuando quedaron sin aire suficiente, se separaron.

—Me gustas un montón, Isagi —dijo Bachira a una distancia peligrosa de sus labios.

—Tú también me gustas mucho, amor —dijo Isagi acortando ese molesto espacio.

Se quedaron mirando con amor y cariño una vez que cortaron el beso. Bachira le acariciaba la mejilla a Isagi y éste se limitó a cerrar sus ojos.

—Iremos al cielo juntos ¿verdad?

—Obvio que sí, juntos hasta siempre —Isagi abrió los ojos y vio a un Bachira contento.

—Hasta la eternidad y más allá.

Isagi le sonrió y le robó un beso, de esos que no se olvidan. Ya que, Isagi lo aprisionó contra un árbol y su novio se subió a él como un koala. Isagi atinó de forma inmediata a sujetar las piernas de él para aprisionarlo más, si es que era posible. Bachira dejaba descansar sus brazos alrededor del cuello de su novio y ambos, con los ojos cerrados, disfrutaban de la caricia dulce y cargada de amor como si estuviesen degustando miel fresca mezclada con fresas. Porque sí, esa caricia no se sentía como los besos anteriores que se habían dado, puesto a que quizás como sabían que iban a fallecer, querían demostrar bajo todo concepto que ese beso sería el mejor que pudieran compartir. Y ellos lo sabían bien.

—Ese beso, Bachira... —dijo Isagi tratando de recuperar el aire—. Ha sido el mejor que hemos compartido, ¿no lo sentiste así también?

—Sí, mi amor —dijo Bachira sonrojado.

Así, se abrazaron y se siguieron besando.

El meteorito se acercaba cada vez más.

Nagi y Reo, por su lado, estaban tranquilos. Aunque no quitaba que Reo estuviese alterado. ¿Pero, podían culparlo? Es decir, iban a morir, tenía que aprovechar cada minuto con su tesoro, aunque eso significara ser empalagoso y si podía ir él mismo a la nasa a conducir una nave espacial para desviar el meteorito, lo haría sin más, todo sea por su tesoro. Ellos habían llegado a un sector lejano a la playa que tenía un roquerío.

—Ya, Reo. Sé que moriremos, pero tienes que mantener la calma.

—Pero, pero... ¿cómo quieres que esté tranquilo? Yo quería disfrutar todo lo que me restaba de vida contigo. Y ahora, ahora pasa esto —dijo Reo enojado con el destino.

—Yo también quería vivir lo que me restaba de vida contigo, Reo —Nagi lo miró con ternura.

Nagi se dedicó a levantarse de la roca y le tendió la mano a su novio para que éste hiciera lo mismo. Una vez que Reo lo imitó, se lanzó a los brazos del peliblanco.

Unas paradisíacas vacacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora