🌌 CAPÍTULO 10🌌

56 33 32
                                    

—¿Hola?

Me atreví a abrir la puerta por completo cuando tuve el valor y, exactamente, vi al chico de ojos verdes del que mi madre hablaba. Primero, abrí la boca un poco al tenerlo en frente, o bueno, él me daba la espalda, pero realmente su cabello era incofundible. Después, tras unos mini segundos de quedarme viendo su espalda ancha y trabajada en una camisa gris, Fred dejó de curiosear mi habitación para voltearse a mí de inmediato. Se acercó, apenado al verme y con expresión preocupado.

—¡Kaela! —saludó, aparentando normalidad, no obstante yo lo notaba ansioso, nervioso.

¿Qué rayos le sucedía? Todos sabemos que yo no me quedaría con la duda ni aunque me matara, ¿cierto?

—Hey, Fred... ¿qué haces por aquí tan tarde?

Dio un largo suspiro, acomodando su cabellera hacia un lado, como cada vez que estaba en frente de una chica. Era, segun yo, una costumbre para él.

—¿Te digo la verdad corta o la larga?

—La corta.

—Necesito ir a la casa de Erika mañana.

—La larga —exigí ahora, interesada.

—Quiero ir a ver a Erika mañana para saber cómo se encuentra (ya sabes, porque está enferma) y acompañarla un rato, pero la primera vez que lo intenté conocí a su padre y... ¡carajo, qué miedo da ese hombre, parece Hulk! Y ésa vez fue para llevarle una tarea pero ni siquiera estaba, y ahora... iré para verla, y no sé si le agrade la idea.

Si hubieran visto su rostro... Parecía realmente preocupado por Erika, sus ojos me pedían a gritos que lo ayudara mientras su boca, literalmente, decía:

—¡Ayúdame! No he ido a la casa de ninguna chica nunca.

Enarqué una ceja.

—¿Y yo qué soy entonces? ¿Una ratona a la que visitas?

Curvó sus finos labios hacia arriba, olvidando un poco el nerviosismo, pero de igual manera se volvió a centrar.

—No es lo mismo —explicó despacito—. No he venido a tu casa para conocerte, ni me gustas, pero con ella es...

—Te entiendo —le corté, sonriente—. Y te ayudaré si eso necesitas, solo te pido que te relajes.

Por el asentamiento de cabeza que hizo y lo mucho que relajó sus hombros, supe que él estaba dispuesto a escucharme hablar durante horas si eso le ayudaba a conseguir valor para ir a visitar a Erika. Tan adorable.

—Primero que todo, siéntate en la cama y escúchame atentamente —en silencio, hizo lo que le pedí—. Bien, ahora atiéndeme. Tanto Erika como las otras chicas te ven como el típico mujeriego-badboy.

Accedió con la cabeza.

—Antes era así.

—Tú mismo lo has dicho: antes. Debes demostrarle a Erika sobre todas las cosas que vas en serio y no jugarás con ella. Y, ahora, dicho ésto, empezaremos con la clase, alumno prodigio.

Corrí hasta un cajón de mi mesita de noche y saqué unos lentes que me hacían ver intelectual para ponérmelos. Fred no dijo ni una sola palabra, pero por su rostro de burla seguro que se quiso morir de risa. Debía de parecer una nerd con mis lentes y brackets, pero de algo se tenían que burlar de mí.

—Primer paso para visitar a una chica: debes verte presentable —iba a explicarle, pero me retracté al notar que él siempre se veía presentable—. Segundo paso: causa una buena impresión a sus padres, que seguramente te abrirán la puerta.

Las mejores historias terminan trágicamente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora