🌌2/ CAPÍTULO 15🌌

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Comienzo de la segunda parte: unir piezas.

Todo hasta ahora fue un prólogo.

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Los chicos como Ethan acostumbran romper vasos y después intentar juntar los cristales con cinta adhesiva, sin embargo el premio de patanes se lo llevan en cuanto rompen un corazón y con unas llamadas y un «tenemos que hablar, amor», piensan que van a librarse de sus malos actos hacia las chicas. Para nada; un mensaje nunca expresaría la suficiente necesidad. Y sé que si a las doce de la noche ya tenía tres llamadas perdidas suyas, era porque necesitaba cualquier cosa de mí.

Esa misma y oscura noche, las ventanas abiertas permitían que el aire fresco me diera esa sensación de que mi rostro se encontraba tan caliente de furia. Mi cabeza se había llenado de ideas raras que no me llevaron a ningun punto final. Podía sentir el aburrimiento, cansancio y melancolía recorriéndome las venas con frenesí, y aquello no hacía más que disgustarme.

En cuanto llegué a la conclusión de cómo subirme el ánimo, me levanté por fin y tomé mi mochila con cero delicadeza. Dejé el celular en modo avión descansando en la mesita de noche y, convencida de no necesitarlo, bajé con mi modo silenciosa activado por las escaleras.

El camino ésta noche se me hizo más largo. A veces, cuando menos necesitas pensar es cuando más tiempo a solas tienes. Y así me sentí por aquellos callejones oscuros: sola. Me preguntaba, entonces, viendo hacia arriba, si llegaría el día donde Kaela, esa chica manipulable, saldría para aceptar hablar con Ethan. La respuesta que me di a mí misma fue «No, mi abuelita no me aconsejaría regresar al pasado, sino darle una patada y mandarlo lejos de mí, ahí donde yo no pueda verlo más que como un triste recuerdo»

Dado que mi humor estaba por debajo del suelo como tumba, debí parecer un zombie al presentarme frente a Galen con el pelo revuelto y el pijama debajo de un abrigo y, a causa del airecito invernal, la bufanda roja puesta. A pesar de aquél adefesio andante que era, Galen no borró su dulce sonrisa hasta que notó mis ojos y los leyó con rapidez.

No dije nada; en realidad ¿qué iba a decir, si ni siquiera yo entendía qué rayos me pasaba? Él no necesitó preguntar; estaba de más por mi mirada expresiva. Se acercó y, en cuanto una lágrima inocente hizo el doloroso recorrido por mis mejillas, ya estaba siendo apretujada por sus fuertes brazos. Y por esos segundos, con el rostro en su pecho, juro que sentí la paz que anhelaba.

Mi paz fue él, todo él.

Mi mente, por primera vez tomando un papel amable conmigo, envió recuerdos de la primera vez que lo vi por entre las sombras. Ése chico misterioso con encantadora sonrisa me aconsejó una vez que no llorara por un imbécil, y justamente ahora hacía eso, una vez más. Gracias a ésa simple razón, unos minutos después me comencé a sentir tan patética que yo misma me aparté suavemente de Galen, dejando que sus manos permanecieran en mi cintura, y limpié mis lágrimas con todo valor.

No estuve escuchando consejos de todos, incluidos los de mi abuela y Galen, para ahora derramar una o dos lágrimas porque el imbécil me mande unos mensajitos y se vuelva insistente. Quizás, en un pasado, si hubiera sido así de insistente habría caído, pero no ahora que Galen había subido mis expectativas y me abrió los ojos a una realidad donde yo merecía más.

No iba a permitir de nuevo caer en el juego de Ethan. En su juego todos pierden, incluso él, porque me había perdido a mí.

Como si leyera además mis pensamientos o mis acciones, Galen esbozó una de esas sonrisas que no a cualquiera se le dedica y apretó suavemente mi cintura entre sus frías manos. Continué limpiando mis lágrimas y sonreí. Sonreí, claro que sí, porque aquello me había tomado de sopetón, pero ahora estaba consciente de que llorar no sería opción de nuevo.

Las mejores historias terminan trágicamente ©Where stories live. Discover now