Capitulo 1

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Una habitación, la realidad.

Ana despierta aturdida, temblando, cubierta de sudor. Tantea la cama para ubicar el teléfono que no para de sonar, cuelga sin ver quién es y vuelve a acostarse. Estos últimos meses uso tan poco su teléfono, que daba lo mismo si lo apagaba guardaba en el cajón para siempre.

No recuerda lo que soñó, jamás lo hace. Olivia solía bromear diciendo que sus sueños eran muy vergonzosos y desearía poder olvidarlos. A Ana le gustaría saber qué cosas guarda su subconsciente sin permiso para reproducirlas luego durante las noches, quizá ahí este la solución a todos sus problemas.

Madre no tarda ni media hora en volver a llamar. Con ignorarla sería suficiente para ahorrarse la incómoda charla. Sin embargo, al evitar sus llamadas por más tiempo tendría que inventar mejores justificaciones que un: "Lo siento, estaba durmiendo y no oí el teléfono". Así que atiende.

—¿Por qué no respondes? —Dice Madre, alterada.

La voz de Madre se oye hasta en el rincón más lejano del departamento, como siempre.

—Apenas van a ser las diez de la mañana Mamá, buenos días. —Responde Ana molesta.

Odia que la despierten.

Los rayos de sol caen sobre sus ojos, Ana se mueve al rincón de la cama apartado de la claridad y cubre su rostro con una manta, para hacer sombra.

—¿Aplazaron la clase de hoy? —Pregunta Madre.

<<Carajo>>

—La cancelaron anoche, Julio olvido planear una actividad decente otra vez. —Miente Ana.

Su profesor de poesía era descuidado, pero ya pasaron ocho meses desde la última vez que olvido programar una clase por estar bajo los efectos de "La palma mágica".

—Pierdes tu tiempo con ese hombre Anastasia, entiendo que te guste su... ¿Cómo era?... eso, su manera de ver el mundo, pero si en lugar de andar soñando con sendos cerdos alados me hicieras caso y....

Esta es la parte del discurso en la que Madre le sugiere invertir su tiempo en algo que la hiciera ganar dinero, y mantuviera ocupada su mente, como cuidar a los niños de doña Cecilia o atender al público en algún restaurante familiar de comida rápida.

—Tienes paciencia y le caes bien a las personas, es perfecto para ti. —Agrega Madre.

Ana se limita a responder cada comentario con varios "Claro", "Interesante", "Bien" y "Lo pensaré". Pero Madre no se rinde así de fácil.

—Tu padre no podía seguir haciendo las entregas solo, contrato a alguien tiempo completo. —Dice Madre.

<<¿¡Y eso a mí qué!?>>

—Grandioso. —Responde Ana con sarcasmo.

—Por Dios Anastasia, ¿por qué no vuelves al trabajo?, tú entregas los paquetes y tu padre no le da su dinero a extraños. —Dice Madre— Podría hablar con él para que te devuel...

—No quiero el auto. —La interrumpe Ana— Así estoy bien, gracias.

Pasados unos incómodos segundos de silencio en ambos lados de la línea, madre retoma el mando de la conversación, esta vez de modo más sutil.

—Hija... lo que sucedió no fue tu culpa ¿Sabes?, debes superarlo, Olivia no querría verte así.

Ana siente el aire escapar de sus pulmones, un nudo enorme se formó por su garganta y las lágrimas amenazaron con salir. No quiere tocar ese tema con ella, no está lista aún.

—Olivia está muerta mama, jamás volveré a saber que hubiese querido de mí.

Ana cuelga antes de que Madre tenga oportunidad de responder y el teléfono resbala de su mano. Deja salir el dolor mientras una sola idea tortura su mente, la misma que tiene la acosa desde ocho meses atrás, cuando la tragedia ocurrió.

<<Olivia estaría viva de no ser por mí, yo la mate>>.

En el fondo de la habitación una sombra la observa, sonríe. Él tiene bastante tiempo estudiando sus pasos, y ahora sabe que su paciencia dio frutos. Dentro de poco conseguirá lo que quiere.

<<Anastasia.... Pronto serás mía>>>>

Las Pesadillas de AnaWhere stories live. Discover now