Capitulo 3

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Una carta, El Socio.

<<Claro, después de hablar con mi madre me dormí, esto es una pesadilla>>

Ana suelta la carta sin fijarse, sudor frio baja por su espalda y las manos le tiemblan sin control. Trata de ignorar el miedo y centra su atención en la caja, intacta sobre la mesa. Por un momento cree estar atrapada en un sueño, o una pesadilla, en realidad, pero allí está el paquete, tan real como todo lo demás en su casa, y Ana debe que saber que guarda en su interior.

Decidida, corre hacia la cocina y abre el gabinete inferior, pero la tijera ya no está allí, sino sobre la caja.

<<¿¡Pero qué...!?, cálmate, así son las pesadillas, nada tiene sentido>>

A pasos lento se acerca a la mesa y toma la tijera. Su lado racional le grita que todo eso una locura, y en realidad no quiere saber que hay dentro, pero sus manos parecen trabajar en automático.

La cinta adhesiva se corta un poco, al ver gusanos saliendo por la abertura Ana no puede evitar gritar y apartase de un salto. Como si tuviera vida propia, la caja sola se inclinan sola al borde de la mesa y cae al suelo, la cinta adhesiva acaba de romperse y un montón de tierra negra se dispersa por todo el suelo, con diminutos gusanos blanquecinos se retuercen hasta superficie, ansiosos por algo de luz.

Ana queda inmóvil en medio de aquel desastre, solo puede ver la pequeña bolsa plástica que cayó en el centro de la tierra y los gusanos, como puesta a propósito. En su interior hay un brazalete rojo hilado a mano, con una placa de metal y un apodo gracioso. Ana no necesita tomar la bolsa para saber todos esos detalles, pues en su muñeca hay uno igual. Olivia y Anastasia fabricaron esos brazaletes de niñas en un campamento de verano.

—No estoy soñando. —Dice Ana en voz alta.

—En eso estamos de acuerdo. —Responde una voz grave atrás suyo.

De pronto Ana se siente observada. Hay alguien más en el departamento con ella.

—Quizá deberíamos volver a empezar, date la vuelta por favor, no es muy educado ofrecer la espalda a quien te está hablando. —Dice la voz en un tono más cordial.

Miles de escenarios catastróficos pasan por su cabeza antes de voltearse. Parado frente la entrada ve a un hombre de traje que la observa, habría podido pasar por un empresario corriente de no ser por ciertos detalles: Sus ojos, completamente negros, que parecen consumir toda la luz en donde fije la vista; Aunque el sol de mediodía entra de lleno al departamento, tras suyo no hay sombra, como si el mismo fuese un reflejo corpóreo.

—Toma asiento Anastasia, tenemos temas importantes que tratar. —Dice el desconocido.

Ana no puede moverse o responder de algún modo, se queda en el mismo lugar mientras el desconocido camina sobre el caos de tierras y gusanos hasta la mesa, y toma asiento.

El desconocido afinca sobre sus piernas un maletín negro y busca algo en su interior. Entonces Ana entiende que también debía sentarse.

Trata de no llamar su atención, pero cuando un par de gusanos empieza a trepar por sus pies un escalofrió recorre todo su cuerpo, y debe reprimir una arcada.

Y el desconocido lo nota.

—Lamento el desastre, era necesario llamar tu atención. —Le dice, en tono despreocupado.

Sin verla aun, mueve la mano como si apartara algo molesto de su rostro, y la tierra con los gusanos desaparece.

El desconocido termina de revisar su maletín y vuelve su atención a ella antes de decir.

—Bien, ahora que todo está en orden puedo presentarme. A largo de los siglos he tenido muchos nombres, para ti seré El Socio. Considero irrelevante explicar a profundidad la razón de mi visita, como ya habrás leído en la carta de Olivia, seré canal de comunicación entre ustedes y volveré posible su reencuentro... ¿Lo comprendes Anastasia Salazar?

Ana se limita a asentir. La situación le resultademasiado irreal para estarla viviendo, como si todo fuera parte de unapelícula que mira desde lejos, algo que no podía suceder en la vida real. 

Las Pesadillas de AnaWhere stories live. Discover now