Capitulo 15

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Vivir muchas vidas, asuntos pendientes.

Ana y Olivia leyeron la carta hasta memorizarla. Ahora saben qué asunto inquietaba a El Socio durante su visita. Además, descubrieron que forma parte de algo más grande, algo desconocido y aterrador.

Y no tienen idea de cómo manejarlo.

La visita duró menos de lo esperado, y cuando El Socio se fue, el tiempo volvió a la normalidad. Ambas están agotadas, pero ahora dan las cuatro con cuarenta de la tarde, y el hambre no tarda en llegar. No comieron nada en lo que va de día, así que ordenan el almuerzo por delivery. Por suerte la comida llega rápido, y el chico la sube el departamento por la sustanciosa propina. Las dos toman su bandeja de arroz con pollo en ostras y se sientan a comer en el suelo, junto a la ventana. Ninguna quiere estar cerca de las sillas.

Pasado un rato de silencio, reflexión y comida, Ana dice.

—Debemos responder.

—¿Y enviar el sobre a dónde?, ¿La morgue?, buena idea Anastasia, como no se me ocurrió antes. —Responde Olivia.

Ana sabe que Olivia se pone de muy mal humor en situaciones de estrés, y suele hacer esa clase de comentarios, por lo que no le recrimina nada.

Más que una sentencia de muerte irrefutable, para ella la carta significa un punto débil del que podrían anclarse.

—Lo despidieron, podríamos... —Dice Ana.

—¡Metete la puta idea en la cabeza Anastasia, no podemos hacer nada!. Tú pasaras el resto de tu vida sin sentir nada aunque lo restrieguen en tu cara, y yo olvidare quien soy. ¿¡Lo entiendes ahora!?

Cuando acaba de gritar, Olivia entiende que cruzo la raya. Ambas están igual de nerviosas, pero no debían pelear el tiempo que les resta.

Deja su comida a medias a un lado, abraza sus piernas y pide disculpas a su mejor amiga.

—No debí hablarte así, lo siento Ana... es como si todo esto me consumiera. Pero no es tu culpa. No quiero estar molesta contigo las últimas horas que aun sea yo.

Ana la entiende a la perfección, pues ella también podría estallar en cualquier momento. Aun así trata de sonreír, y aunque su rostro no transmite esa radiante felicidad que pretende fingir, sirve para calmar un poco a Olivia.

—Tampoco quiero que tú seas la última persona con la que me moleste en la vida. —Le dice Ana.

Olivia esta por responder cuando el timbre del teléfono las sobresalta, y Ana corre a atender. Se supone que Madre la llama a diario, y estos últimos días no dio señales de vida.

—¿¡Por Dios Anastasia, que te paso!? —Dice alarmada Madre, al otro lado de la línea.

Como de costumbre, Olivia escucha cada palabra de la llamada sin esfuerzo, aun estando lejos. La voz de la madre de Ana trae un altavoz incorporado.

—¿Qué paso? —Pregunto Ana, confundida.

—¿¡Qué paso!? —Grita Madre— Tienes días sin atender el teléfono, tu padre me dice que armaste un escenario en su trabajo la última vez que te vio y nadie sabe de ti después, ¿¡Y tienes el descaro de preguntar qué pasó!?

—Yo creí que...

—¿¡Qué podías no responder y listo!?— La interrumpe Madre— ¿¡Qué no iba a mortificarme!? Hay que ser demasiado egoísta para...

Ana escucha el sermón confundida, hasta que se le ocurre mirar el historial y encuentra más de veinte llamadas perdidas de Madre y Padre, desde nueve de agosto, ya era once, pero esos días su teléfono jamás sonó.

Las Pesadillas de AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora