Capitulo 13

14 4 0
                                    

Confesiones, soluciones.

Después de lograr sentirse más calmada, Ana toma un baño para tratar de relajarse. Luego vuelve a la cama, se sienta con una manta sobre los hombros y empieza a morder sus uñas mientras Olivia da vueltas por toda la cocina.

Desde que Ana le contó lo de Alex no volvieron a hablar, cada una encerrada en su pesadilla particular.

—El me advirtió. —Dice Ana—En el acuerdo dice que debo darle mi alma a cambio de que estés aquí, y yo no sé qué signifi...

—¿El negocio contigo que yo esté aquí?, a mí me Dice otra cosa. —La interrumpe Olivia.

—Espera, ¿Qué? —Dice Ana.

Olivia para en seco, trata de formular una oración varias veces, pero no consigue las palabras adecuadas. Al final acaba por sentarse de cara a Ana, sobre la mesa, y habla con la mirada fija en algún punto sobre la mesa, en una actitud que solo usaría la víctima de un crimen atroz, mientras declara en la corte.

—Cada día que paso aquí alguien más muere.

Ana sabe que El Socio hablo con Olivia primero, pues él mismo se lo dijo. Pero nunca imagino que se tratase de algo así, y aún después de oírlo, no quiere creerlo

—Según sus propias palabras, "Lo que te ofrezco representa una grave violación a la ley, las consecuencias serán igual de grandes... pero hay ocasiones en las que me cuesta no involucrarme. Por más severo que pueda parecer mi semblante, tengo un alma también, y tu dolor en particular logro conmoverme" —Dice Olivia, citando el mismo discurso que Ana oyó de El Socio la vez que se conocieron.

—Esto debe ser una puta broma. —Dice Ana.

—No escuchas lo peor aún. —Dice Olivia.

Olivia no quiere ni pensar en eso, pues ella sí entiende el precio que debe pagar. Pero debe decírselo a Ana, pues ella debe entender la gravedad del asunto.

—Él quiere mi memoria, si no la entrego para mañana yo...

Al terminar la frase, la voz de Olivia pierde fuerza.

—Yo moriré otra vez.

Después de tanta incertidumbre, tanto dolor, tanta culpa y tanto odio, Ana se creía inmune a cualquier situación de alta carga emocional que pudiera vivir en el futuro, con suerte muy lejano. Al parecer se sobreestima al pensarse tan fuerte, todo esto no era más que...

—Un engaño. Nos mintió todo el tiempo.

—No sabía que Josh tuviera hermano. —Dice Olivia— Es mi culpa que muriera.

—Todo fue un engaño. —Dice Ana.

—Debí negarme. —Dice Olivia.

No estás escuchándome. —Le dice Ana.

Cuando Ana la mira, descubre que Olivia está volviendo a encerrarse dentro de sí misma

—Olivia, por favor. —Dice Ana.

—Yo debería irme. —Dice Olivia.

—¡No estás entendiendo! —Grita Ana.

Ana está fuera de sí. Necesita que Olivia entienda como El Socio las utilizo todo el tiempo. Ahora ella se levanta de la cama y deambula por la cocina, mientras Olivia sigue sentada sobre la mesa, inmersa en sus pensamientos.

—¡Es mentira! ¡Todo lo que nos contó es falso! ¡Jamás le importamos! Nos manipuló a su antojo y caímos, todo porque él quiere algo de nosotras. —Dice Ana.

—Y hoy moriremos como las imbéciles que no pudieron aceptar su realidad y pactaron con el demonio. —Dice Oliva.

Ahora ella se lanza en la cama y pasa las sabanas por sobre sus hombros.

—No digas eso, nosotras podríamos... —Dice Ana.

—¡Anastasia despierta de una vez! Acabas de decirlo tú misma, él quiere algo de nosotras, ¿¡Y de mierdas puede tratarse si no son nuestras vidas!?. —Dice Olivia, colérica —No sé quién es, de dónde viene, o porque nos escogió a nosotras, pero de algo estoy segura. Estamos jodidas, punto.

El peso de la mortífera revelación de pronto carga el ambiente. Una cosa es saber su porvenir en silencio, ambas podían aferrarse a creer que con una acción distinta cambiarían el desenlace en cualquier momento, y pasarían inadvertidas ante las consecuencias de sus actos. Muy distinto es saberlo porque alguien lo dijo, lo dicho se vuelve material, son palabras que se graban en sus mentes sin proponérselo, parásitos que se alimentan de ellas hasta volverlas incapaz de luchar, y acaban por resignarse.

—Tengo miedo Ana. —Dice Olivia —No quiero olvidar, pero no volveré a ese lugar. No puedo hacerlo.

Ana no sabe cómo responder, también le aterra saber qué pasara cuando El Socio vuelva a cobrarles. Sin embargo, es como si algo de la vieja Anastasia estuviera regresando.

Ana no iba a rendirse sin luchar.

Va a acostarse junto a Olivia, y a los pocos minutos siente que ella se levanta, pero está tan agotada que cae dormida al instante. Y esa noche no tiene ningún sueño.

Al despertar, lo primero que pregunta es.

—¿Qué hora es?

—Doce y media de la... ¿Qué?, hace una hora eran las nueve con tres. —Dice Olivia.

—Es el, de que llego los días pasan más rápido. —Dice Ana.

Ninguna opina al respecto, a esas alturas ya nada les sorprende.

De repente a Ana se le ocurre algo, una idea ajena que pronto se vuelve suya. Sin perder tiempo salta de la cama a la cocina, toma las dos sillas de la mesa y las arrastra frente a la entrada, lado a lado, luego va a lavarse la cara y vuelve más alerta. Se sienta frente la puerta, y espera. Cuando Olivia le pregunta que rayos hace, ella responde.

—Estará aquí a las dos en punto.

Sin entender muy bien por qué, Olivia se sienta a su lado y también espera, Las dos de la tarde llegan en media hora, y siguen esperando en silencio la venida de quien ahora representa el mayor peligro de sus vidas.

Pero dan tres y aún no hay señales de El Socio.

Las Pesadillas de AnaWhere stories live. Discover now