10. Gotas Ahogadas

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Sugerencia de canción para ambientar.

Jacob.

Abro los ojos con dificultad, siendo un cielo encapotado e imponente lo primero que diviso. Estoy en la playa, cerca de un inmenso muro de rocas, con el agua helada acariciándome los pies y el constante sonido de las olas.

Intento incorporarme, pero la sensación que me invade de inmediato se asemeja mucho a como si me hubiera atropellado un auto. Provocando que con cada movimiento lento y adolorido, los músculos me saquen cuenta por todo el maltrato que les hice pasar.

Con la mente aún aturdida, miro a alrededor, y a mí mismo. Los rasguños y moretones que ahora adornan mi piel son evidentes obsequios de las olas, que dejaron huellas de cada una de sus acciones.

Tardo un tiempo en ubicarme, pero al menos lo conseguí. Es un lugar desolado al que nadie suele venir, siendo éste poco accesible, contando con solo dos caminos para poder llegar. El primero es el que me trajo en ésta ocasión, y el segundo cuenta con una empinada pared rocosa, que se puede desmoronar con cualquier paso en falso.

Solía venir en el pasado en los momentos en que realmente necesitaba privacidad conmigo mismo. Conozco las trampillas que el terreno de ésta zona esconde, no era difícil evadirlas o superarlas. Pero ahora, en el estado actual en el que me encuentro, no puedo subir por las rocas.

Las gotas de agua comienzan a llegar, una tras otra, hasta transformarse en una suave lluvia que vuelve a empapar el cabello casi seco.

Cojeando y despacio, me dirijo a la pequeña cueva en la que antes usaba como guarida. Está húmeda y fría, pero me sirve para refugiarme de la helada sensación y estremecimiento que transmite la lluvia con cada caricia sobre la piel tibia.

Las bajas temperaturas y los golpes no suelen afectarme demasiado, ya que los lobos poseemos una capacidad física muy resistente. Sin embargo, el cuerpo totalmente capaz de muchas cosas al que siempre cuidé, no está respondiendo como debería. Cediendo ante todo aquello que antes no le afectaba en gran medida.

Los recuerdos vuelven a mí, dejándome nuevamente a la deriva, sin saber que hacer.

Las lágrimas comienzan a dibujar caminos sobre la piel, enfriándose con la brisa que acompaña la lluvia.

Una sensación dolorosa y punzante de un vacío que comienza a crecer, en donde se supone que está el corazón, se apodera por completo de mi ser. Dejando que el llanto y palabras sueltas al azar, simbolicen todo aquel sentimiento que se encontraba atrapado en mi cabeza. Siendo ahogados entre los sonidos de las olas contra la playa y el agua cayendo del cielo, desvaneciéndose en el aire a cada respiro.

Segundos, minutos, horas. No sé cuánto tiempo estuve en ese lugar, hasta que las espesas y oscuras nubes decidieron marcharse. Permitiendo que unos tenues rayos de sol acariciaran mi piel, antes de desaparecer en el horizonte. Dejando un rastro de suaves colores entre las nubes, que se reflejan sobre el gran manto de agua. Un paisaje que me trasmite un momento de paz y nostalgia, sin dejarme comprender a cual de las dos emociones debería intentar aferrarme.

—(Ya es momento de regresar, papá debe estar preocupado).

Con más dificultades de las que esperaba, pude subir al fin la empinada pared de rocas, quitándome un tiempo y energía considerable.

Con la suave luz de la luna, me adentro en la espesura del bosque, caminando de forma suave y constante. No tengo prisa, ni tampoco deseo de sacar mi parte lobo. Solo quiero llegar a casa, en el tiempo en que este ritmo lo permita, es todo.

El suelo boscoso se encuentra un poco alborotado, probablemente la manada estuvo por éstos lugares hace poco tiempo. Me preguntó si se deba a los sucesos recientes.

Las sombras de los árboles, se encuentran dispersas por doquier, con los sonidos de la naturaleza haciendo eco en cada rincón.

De alguna manera, me trae recuerdos, de cuando era pequeño y jugaba a las escondidas con mis amigos.

Las rocas que voy dejando atrás a cada paso, me recuerdan también a los pasteles de lodo que solía hacer con una vieja amiga.

—(Pasteles de lodo, ¿Lo recuerdas aún?).

Llevo un largo rato caminando, observando todo lo que me rodea, todo eso a lo que se supone ya vi incontables veces.

La luz de la cabaña empieza a acentuarse cada vez más, dejando que mis ojos divisen a una figura sentada, bajo el farol del pórtico.

Esperándome pacientemente, mientras el rostro muestra un gran alivio al verme aparecer de entre la espesura nocturna.

Al acercarme lo suficiente, lo abrazo al instante con fuerza, provocando que una que otra lágrima se esconda en las prendas de mi padre.

Es extraño, él no dice nada, solo me palmea la espalda, correspondiendo el abrazo. Dejando que los segundos se transformen en minutos, los suficientes hasta que me sentí listo para soltarlo.

—Ven, te estaba esperando para cenar.

Su voz parece tranquila, pero se que se está guardando mucho más de lo que aparenta. Aún así, deseo que siga siendo de esa manera, no quiero hablar de nada ahora mismo.

Le ayudo a ingresar en la casa, acomodándonos para la cena, aún tibia.

Son mis platillos favoritos, pero no logro ingerir más que un par de bocados, no siento apetito en absoluto. Aún cuando lo único que habia comido en el día se tratara solo de una tostada con mermelada en la mañana.

—Puedes dejar los platos en la cocina papá, los lavaré mañana.

Traté de sonreír ante mis palabras.

—Descuida Jake, yo me encargaré de esto. Ve a descansar.

Normalmente creería que es una de sus bromas, siendo que él es muy persistente en el orden de los turnos para la limpieza. Pero ésta vez, no veo rastro de eso en su semblante, sus palabras son sinceras. Quizás todo lo que ha sucedido, le haya hecho doblegar a esos comprensibles caprichos. ¿Debería alegrarme? Lo haría si tan solo no se tratara por el hecho de que debo verme miserable en éstos momentos.

Me despido de él antes de irme a la habitación. Tomo una ducha rápida, para quitarme la ropa húmeda de ese día, luego me sumerjo lentamente en las sábanas que cubren la cama. No quiero seguir pensando en nada, solo quiero cerrar los ojos y dormir. Apagar por un momento ese interruptor insistente de pensamiento y emociones que estuvieron saltando alrededor todo el día. Dejando que el manto del sueño me abrace gentilmente, y olvide de momento todo los problemas que no dejan de dar vueltas como aviones de papel siendo arrastrados por el imparable viento.

Reflejado en tus ojosNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ