9: Condiciones.

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Jamie y yo entramos a Derry's Palace, El supermercado en donde trabajó mi madre desde que salió del orfanato hasta el día de su muerte

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Jamie y yo entramos a Derry's Palace, El supermercado en donde trabajó mi madre desde que salió del orfanato hasta el día de su muerte. Seamus Quinn, el gerente, me sonríe apenas me ve. A Seamus, Como cualquier otro irlandés en Inglaterra, no le gustan los ingleses, la única razón por la cual le cogió cariño a madre y a mí, es porque ella nació y creció en Irlanda de padres ecuatorianos, en la ciudad de Londonderry, después migró aquí en Holmes Chapel. Papá también es de padres extranjeros, no nació aquí, es mexicano.

La cuestión es que no corre sangre inglés en mi, y a Seamus eso le agrada.

— Cariño, ¿Qué te trae por aquí?—pregunta apenas me ve.—¿Qué te pasó en la mano?

El supermercado de Seamus es el más grande de Holmes Chapel. Es tan grande que hay un vasto banco de comida. Aquí también trabaja el señor Bernardini, un hombre italiano que hace las mejores pizzas que he probado.

—Vine a comer pizza.—respondo.—Oh, y no es nada, solo un pequeño incidente.

Su buen humor y sonrisa se borran al notar la presencia de Jamie, quién trata de verse amigable mostrando su característica sonrisa de galán.

—¿Y este quién es?

—Uh... ¿Un amigo?—quiero pegarme un tiro por lo insegura que sueno. Tomo a Jamie del brazo.—Es un amigo de la escuela.—carraspeo, haciéndole notar a Seamus el hecho de que lleva el informe masculino de Gale High.

Él alza una ceja, mirándonos con suspicacia.

—Mucho gusto, soy Jamie Flatters.—le ofrece una mano.

Seamus la toma con incomodidad.

—Seamus Quinn.

—Como el personaje de Harry Potter.—comenta para romper el hielo, pero lo único que logra es ganarse una mirada de desaprobación.

Jalo a Jamie del brazo mientras me despido de Seamus, tratando de olvidar la corta y extraña conversación que acabamos de tener. Antes de adentrarme entre los pasillos, tomo un carrito de compras, e inicio mi aventura. La verdad es que papá me encargó las compras de este mes (como de costumbre) y pues aprovecho la indeseada y odiosa presencia de Flatters para que me ayude. Saco el papel con la lista del bolsillo de mi blaizer.

—¿Y entonces?—me pregunta cuando llegamos a la sección de los lácteos. Cojo tres botellas de leche de un litro, queso mozzarella, mantequilla y crema para montar.

—Iniciemos por lo más importante: Mi padre no se tiene que entrar.—volteo a verlo, esperando que detectara el detenimiento en mi voz. James Calderón no puede saber sobre esto, por nada en el mundo.

—Eso va a ser difícil, es el director.

—Por eso hay que ser muy cuidadosos.—le digo empujando el carrito a la sección de embutidos.—Papá no sale de su oficina muy amenudo y casi nadie sabe que soy su hija, salvo algunos profesores y estudiantes.

El patito feo y el príncipe [Jamie Flatters]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora