El patito feo y el príncipe [Jamie Flatters]

12: Pasado.

Me encierro en mi habitación.

Mis hermanas tocan la puerta sin cesar mientras yo muerdo nerviosa la uña de mi pulgar derecho. He estado tratando de llamar a Jamie pero no responde. También le he dejado algunos mensajes.

Voy a terminar nuestra farsa hoy mismo.

Todo esto ha sido un error. Uno muy grave.

Y es en parte mi culpa por haber siquiera dejado que las cosas escalaran de esta manera absurda.

Un día soy una chica invisible cualquiera, y al otro soy la casi prometida del hijo de un conde. Cabe mencionar que dicho futuro conde también es el chico más popular en mi escuela, yo soy la persona menos atractiva en ella. Tengo apenas dieciocho, soy de una familia económicamente estable, pero la palabra matrimonio jamás se me ha cruzado por la cabeza.

Es más.

No me he hecho ideas de lo que será mi futuro como mujer adulta que pagará impuestos y ahogará el peso de sus deudas en alcohol.

Quiero azotar el teléfono al suelo cuando escucho el molesto "deje su mensaje después del tono". Cuelgo, tratando de mantener mis emociones bajo control y fallando miserablemente.

La paciencia es una virtud.

Respiro hondo.

Tal vez estoy siendo dramática; tal vez no todo se ha ido al carajo.

Podría ser peor.

Mucho peor.

Vuelven a tocar la puerta de mi habitación.

Termino por echarme a mi cama, tomando una almohada y ahogando mis gritos en ella a la vez que inizio a patalear. Ya quiero que este día acabe, no soporto ni un minuto más. Recuerdo que después toca cena con la vieja María y casi me pongo a llorar.

Percibo un olor a sudor.

Tengo que darme una buena ducha.

Sin ganas de seguir existiendo, cojo y preparo todas las cosas necesarias para ir al baño. Hago mi mejor esfuerzo al abrir la puerta, encontrándome con mis cuatro hermanas. Enseguida inician a bombardear me con preguntas pero las ignoro. Me siento como una celebridad siendo perseguida por paparazzis.

Me apuro en llegar a baño y procedo a encerrarme.

No apenas el agua tibia toca mi piel me permito bajarle un poco a mí intensidad, decido dejarme relajar aunque sea un poco. Lavo mi rizada melena de cabellos rojos, masajeando mi cabeza e intentando hacer que deje de doler con tantas dudas y problemas. Termino y envuelvo mi cuerpo y cabello con unas toallas.

Noto que ha llegado una notificación a mi teléfono.

Lo tomo y lo desbloqueo sin siquiera dignarme a visitarme primero.