Ayúdame

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—Que puedes...¿ayudarme con eso?
—Vivo solo en un piso muy pequeño. Y la hipoteca ya está pagada—murmuró en la última frase—, Puedes ir a mi piso a vivir hasta que encuentres un trabajo. Yo me iré a vivir con mis padres por este tiempo, pero de vez en cuando iré a dormir allí; mis padres no me soportan, y mi hermano se va a reír de mi. Y eso que soy el hermano grande...
—¿De verdad puedo vivir allí?
—Si no quieres mejor...
— Mala suerte. Iré el fin de semana—contando que hoy era martes—.
—Llévate todo lo necesario; sábado a las 10 de la mañana. Llevaré el coche de mi padre. Procura llevar poco equipaje.
—¡Llevaré el que necesite!—Dije un poco enfadada, pero bromeando, sin embargo él se lo tomó muy mal, y me dedicó una mirada asesina.
—Pues no te dejaré que vivas en mi piso.
—Vaaaale.—accedí.
Reprimió una sonrisa. Esta causó la mía: una sonrisa medió burlona.

Quedamos en ir a mi casa a merendar o tomar algo y luego ir a la biblioteca.
Me fui a casa pensando en que me iba a llevar; tenía un piso solo para mi, aunque fuera pequeño era gratis, y eso era lo que importa.
Habíamos quedado a las seis y eran las cinco y media. Sonó el timbre. ¿Quien era? Mi tía estaba trabajando y Luna no venía a mi casa porque si. Ignoré el timbre.
—¡Abre de una vez rarita! ¡ABRE!
Si. Definitivamente era él. Abrí la puerta.
—Ross.
—Header.
Nunca me había llamado por mi nombre. Y sinceramente, tuve una extraña sensación en mi estómago al oírlo.
—Adelante, pasa. Tengo galletas, zumo fruta... dime lo que te apetezca. También tengo café, infusiones, o si quieres agua o refrescos...
—No hace falta.
—En serio, dime lo que te apetezca.
—No, no...
—Dímelo o te pondré lo que yo quiera.
—Está bien, un zumo de melocotón.
—¿Melocotón? ¡Que asco! No tengo ese zumo. Tengo de manzana, naranja y piña.
— Está buenísimo, para que lo sepas. Y de manzana estaría bien.
—Zumo de manzana para el señorito tomo-zumo-de-melocotón.
Se rió por lo bajo cundo fui a la cocina. Di una carcajada ya ahí. Cogí un vaso y puse el zumo de manzana en él , y en otro vaso otro de piña. Lo llevé y se lo di. Puse galletas en un plato y lo dejé en una mesita, cerca del sofá, donde el estaba sentado.
—Oye...hoy hay una fiesta en una discoteca...¿podemos acabar otro día y hoy vamos allí? Si quieres no vayas y voy yo solo... a veces toca desconectar y pasarlo bien.
—¿Nos queda mucho?
—Solo dos diapositivas y poner imágenes en el resto.
—¿Y cuando lo haremos?
—Mañana o hoy por la noche en mi casa.
—¿Tú solo?
—Si, no me importa.
—Bueno, podríamos dejar el trabajo para otro día.. aunque ya sabes el dicho; no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy.
—Mejor dicho; deja para mañana lo que no has podido hacer hoy. Además, no puedo hacer lo deberes en una discoteca. ¿A que esperas? ¡Vamos!
Me cogió de la mano y se dirigió corriendo hacia un coche muy antiguo y viejo, y me extrañé porque tan popular pero no tiene cosas modernas. O eso me daba la sensación. Me quedé parada en la puerta esperando a que abriera mi puerta. Pero no lo hizo; se pasó de largo y se fue corriendo por la calle, aún tomando mi mano. Esto parecería tonto, pero me agradaba correr con alguien al lado cogiéndonos de la mano; si me fallaba el pie fallábamos los dos. No era Ross y yo corriendo, éramos nosotros corriendo. No él y yo. Los dos juntos.
Uy, te gusta mucho eso, ¿no?

Los polos apuestos se atraenWo Geschichten leben. Entdecke jetzt