Wal

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—Bienvenida a tu nuevo piso.
—¡¿Piso?! ¡Pero si esto es una casa enorme!
—Pero tenía esta casa y mi piso es muy pequeño, así que decidí que te quedarías con la casa y yo el piso.
—Mejor quédatela tú.
—¿Prefieres un piso?
—¡Si! Ósea, no, pero no puedo aceptar esto.
—Si puedes y lo vas a hacer. Todo tuyo Wal.
—¿Wal?
—Llámame tú por mi nombre.
Vale, eso te a callado la boca.
—¿Y si no quiero?
—Te llamaré Der.
—¿Der?
—Hea-der. Der.
Está inspirado hoy.
Hoy y siempre .
Llámame por mi nombre e igual te llamo Header.
—¿Porque no hemos ido a tu piso?
—Yo vivo allí, y está casa es mía así que es mejor que vivas aquí, es más grande.
Me guió para la casa, y una vez dentro, sacó una caja como la de un anillo. Noté que se tensaba y mi respiración se aceleraba. Se puso sobre una rodilla. ¿¡Me iba a pedir matrimonio o que!?
Ya te gustaría.
Shhh.
—Por el honor que me ha sido otorgado, yo, Aaron Ross Jones, te entrego la llave de esta maravillosa casa.
Oh, así que era eso.
—Uhm...gracias, supongo.
¡SE LLAMA AARON! Quiero decir, ya lo sabía.
Si seguro.
¡Cállate maldita conciencia!
—Me toca aceptarla, supongo. ¿Verdad Aaron?
Vi como se tensó de pies a cabeza cuando le llame así.
—He cambiado.
Clavó su mirada en cualquier punto que no fuera yo.
—Pasé una mala fase pero ya está. Antes era Aaron. Ahora soy Ross.
—¿Porque me dices que te llame Aaron?
—Porque sabía que tú no sabías como me llamaba.
Vi que se podía cada vez más nervioso y tenso cuando vio una caja en la mesa.
—Hace tiempo que no vivo aquí.
Vi como él iba a buscar la caja y yo me adelanté y la cogí.
—¡Suéltala Wal!
Me sorprendió la violencia que transmitía. Abrí la caja.
—Wal, no es lo que parece...dámela.
Me la arrancó, y sinceramente, no tuve fuerzas de apartarla. Mi cuerpo no respondía, mi cabeza daba vueltas y todo mi ser se paralizó, bloqueándose. ¿Una caja llena de drogas?
—Aaron...
—¡Es Ross!
—P-perdón...¿pero que es esto? ¿Te drogas?
—¡Ya no! Wal escúchame, no me drogo, hace tiempo que no lo hago. Viví aquí durante un tiempo, fue por eso que tenía esta casa. Mis padres la compraron para que no estuviera en casa porque bueno...ya sabes, la caja.
Retrocedí hasta un armario, y me choqué.
—Wal, estoy bien, ya pasó esa fase. ¡No pasa nada, no voy a hacer nada! ¡Vive aquí!
—¡No puedo vivir entre drogas! ¡No está bien Ross! ¡No te acerques!
—¡Espera!
Me fui corriendo.
Pero estaba muy lejos, no podía ir corriendo. O en realidad si podía, pero no tenía fuerzas.
Ross salió tan acelerado como pudo.
—Te llevo.
Menos mal que estaba de espaldas,  no sé porque estaba llorando. Me senté y al fin vio mis lagrimas derramadas. Captó que no me gustó lo que vi. Y esa era la verdad; no me gustó en absoluto
—Wal, no es nada.
—Déjame de una vez y conduce.

—Adiós Wal, que sepas que la casa es tuya. Ya tienes la llave. Ves cuando quieras.
Ja, ja, ja. No iba a volver.
Podrías ir a ver todo lo que tiene allí. Y de paso coger ropa suya...
Puede que luego.
Durante una semana entera, ignoré a Ross. Me decía buenos días, me escribía por teléfono, me llamaba...cualquiera diría que estaba obsesionado conmigo. No sé qué pasó con sus amigos y su popularidad, pero dejó de estar con amigos. Siempre estaba solo. Y siempre me saludaba. Me hablaba. Y yo le ignoraba. De echo, todos lo hacíamos.
De repente, pasado un mes, me sentía bastante culpable y, aunque no quiera admitirlo, sola,  y la verdad lo echaba de menos. Mucho de menos. No sé qué fue, pero estaba aún más triste de lo habitual. Me sentía bastante mal emocionalmente. Y un día nos encontramos en las taquillas. Y me cogió de la muñeca y caminó hacia la salida arrastrándome.
—Wal hemos de hablar.
—No.
Intenté libertarme de su agarre pero no funcionó.
—No voy a permitir que me sigas ignorando. Es lo de la casa, ¿no? Ya te lo he dicho, ya he pasado esa fase.
—¿Estás seguro?
—Si, y si hay algo que me hará volver a drogarme, es que sigas ignorándome. Háblame, por favor.
—Pero mira a quien tenemos. Pensaba que serías mejor Ross.
Dicho eso, el "amigo" que le dijo eso a Ross —se lo dijo porque pasaba por allí él también— le empujó hacia las taquillas.
—No sabía que habías caído tan bajo con hablando con rubias. Seguro que se enamoraría mas de mi que de ti.
—¿Tú quien eres, eh? ¿Quien te crees? Me da rabia porque eres un perro y a demás solo molesta. Vete de una puñetera vez o acabará mal.
—Déjalo Wal...
El chico me agarró por la cintura y me puso contra las taquillas. Ross lo apartó y lo tiró al suelo. Me sorprendió que le dio una patada muy fuerte. Me cogió de la mano y nos fuimos del edificio, ya que era hora de plegar.
—Has estado increíble Ross.
Aproveche que nuestras manos estaban unidas para llevarla arriba y hacer que girara sobre si mismo, como las típicas vueltas de los bailes. Y vi como se le escurrían un par de lágrimas por las mejillas. El mundo se paró, pero sus lágrimas seguían cayendo. Estaba llorando porque yo le ignoraba. Por mi culpa. No podía aguantar más, y me eché sobre Ross para abrazarlo. Apoyó su cara en mi hombro y lloró más. Parecía que estaba mal. Francamente, no estaba nada bien. Absolutamente.
—¿Estás bien?
—Ya estás aquí. Claro que estoy bien. No lloro porque me hayas estado ignorando, aunque admito que por las noches si lloraba por eso. Ahora solo estás conmigo. No importa nada.
Lo último lo murmuró muy bajito. Me alegré de escuchar eso, pero la misma duda recorría mi mente una y otra vez. No había más remedio que preguntarla.
Aunque todos sabemos la respuesta que quieres.
—¿Y porque ahora que estoy yo, todo está bien?
—Eso lo sabras más adelante cotilla.
Me reí y noté que él también. Desde eso me sentí extrañamente aliviada.
Sabes perfectamente porque te alivia tanto que estéis bien.
¡A callar!
Fuimos a su piso —el piso, no la casa— y estuvimos ahí charlando un rato. Hasta que me tenia que ir, ya era tarde.
—Me voy ya que es tarde. —dije, literalmente—.
—Un ratito más porfa.
—Eso ya lo has dicho tres veces y aún sigo aquí.
—Pero te acompaño a casa.
—No hace falta.
—Que si, que alguien te va a secuestrar si vas sola. Aunque el secuestrador me haría un favor.
—¡Ross!
Dio tantas carcajadas que ni siquiera se en que momento del trayecto dejamos de reír. Me gustó que me acompañara a casa. Si, fue una tontería, pero una que me pareció bonita. Ya en frente de la casa se puso delante mío y la verdad me dieron ganas de abrazarlo de nuevo, pero él se adelantó. Hacia frío, pero me sentí muy cálida en sus brazos. Me dio un beso en la frente. El primer beso que me daba. Noté sus fríos labios contra mi frente. Fue maravilloso
Luego susurró algo:
—No te asustes de mi. Nunca lo hagas.
—No te droges.
—Ya no lo hago.
—Pues no me asustes nunca.
Se rió contra mi pelo, cerca de mi oreja. Que por cierto, entre susurros la distancia había disminuido cada vez más. Se apartó al darse cuenta de dicha distancia, un poco avergonzado.
—Buenas noches Wal.
—Bye bye Ross.
Se giró, y una vez así, lo observé durante unos instantes. Y en este momento me di cuenta de otra cosa, que ya muchos sabréis.
Te gusta, ¿eh?
¡Nooooo!

Los polos apuestos se atraenWhere stories live. Discover now