Hagamos esto nuestro

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Día siguiente. Me desperté en casa de mi tía. Fuimos hacia allí cuando me encontré aún peor. Fui a clase, como cada día. Cada vez hablaba más, pero eso no quiere decir que hiciera amigos.
—Buenos días clase, hoy viene un nuevo alumno. Se llama Axel.
Ese tal Axel era guapísimo. Rubio tirando a castaño, los ojos verdes y los labios muy rosados. Las mejillas las tenía coloradas. ¡Que mono!
Noté que algo me tocaba por detrás. Era Ross.
—Es feo, ¿eh?
—¿Feo? ¡Pero si es guapísimo y esta buenísimo!
—¡No exageres!
—¡No exagero!
—Tonta.
—Boto.
—¿Boto?
—Me lo he inventado pero es como decirte algo malo.
—Bota.
—Header, como ya sabes, estás sola, así que te sentaras con el. Y deja de hablar con tu compañero.
¡Bien! ¡Me sentaría con él! ¡Gracias dios bendito! Todas las chicas me miraban con envidia.
Se sentó a mi lado y me hizo chocarle la mano. Tenía muchas venas; en comparación con Ross, Axel tenía menos, pero eran bonitas igual. Tenía las uñas mordidas. Era tan guapo. ¿Como se llama eso? Ah si, amor a primera vista. ¿Que como lo hice? No lo sé, pero me enamoré en cuanto lo vi. Tocaba la clase en la que Ross y yo teníamos que hacer la exposición. Nos pusimos al lado y lo terminamos del todo. Teníamos tiempo libre. Y que mejor que hablar sobre la vida de los demás.
—Oye, ¿que te pasa con el nuevo? Estás todo el rato mirándolo y si te guiña el ojo o te sonríe o hace cualquier chorrada te pones a sonreír como una imbécil.
—Eres un tonto.
—Y tú una bota.
—¿De montaña?
—¡Mira que eres estúpida!
—Lo dice el que es boto.
—Tonta.
—¡Pedazo de tonto!
—Boba.
—¡Inútil!
—Borracha.
—¡Fue tu culpa!
—Fuiste tú la que bebiste más de la cuenta.
—¡Ya cállate!
—¡Queréis parar ya, estáis haciendo ruido! Al despacho del director, ¡ya!
La profesora señaló la puerta y nos fuimos.
—Mira que has hecho, eres un tonto.
—Pues mírate a ti...
—¿¡Que insinúas maldito idiota!?
—¡Cállate! ¡Antes no hablabas y ahora lo único que haces es gritarme y insultarme!
Gritó como nunca. Me grito de una manera horrible. Sentí que me hacía pequeña ante él. Notaba que eso era el karma. El Karma por haber dejado salir a mis padres y que murieran. Era mi culpa. Noté que empecé a llorar. Si Ross supiera que no lloro por lo que me ha dicho, sino porque me duele que me griten, cosa que solo han hecho mis padres conmigo. Me refiero a que nadie me ha gritado que no fueran mus padres.
—Header, yo no quería..
—Da igual.
—Perdón.
—Déjame.
Fuimos hacia el despacho
—¿Me podéis explicar que habéis hecho?
Lo iba a decir todo por muy raro que fuera el tema.
—Esque...
—Me molesté por una cosa que no debía, ella quería poner el color amarillo en el fondo de la presentación y yo quise molestarla, y pues hice que se enfadara conmigo pero solo fue porque me aburría. Disculpa señor director—me interrumpió—.
—Yo aquí lo único que puedo hacer es ser testigo de que Header te perdone.
—Header...perdón.
—Está bien, señor director no lo perdono ahora porque quiero hablar con el en privado.
—Está bien, dar una vuelta por el edificio hasta que lo arregléis.
Nos fuimos a dar un paseo por los pasillos.
—Ya puedes empezar.
—¡Eres un estúpido, un imbécil, un inútil, un tonto, un asqueroso y un boto!
—Perdóname, Header, por ser un estúpido, un imbécil, un inútil, un tonto, un asqueroso y...ah, si, un boto. ¿Me dejo algo?
Se puso con las dos rodillas en el suelo, estiró los brazos y los subía y los bajaba hasta tocar el suelo, como si fuera una reina.
—Parece que sea tu reina.
—Ahora mismo solo soy tu esclavo.
—Me puedo aprovechar de eso.
—No.
—Esclavo, llévame al lavabo.
—¡Oído cocina!
Sorprendentemente me cogió por delante, como un bebé y corrió mientras yo estaba en sus brazos. Grité como loca mientras el reía.
—¡Que viene un profe! —avisé—.
—¿¡Un profe!?
Me bajó y me cogió del brazo, que rápidamente se convirtió en dos manos cogidas, y corriendo. Como esa primera vez, que nos cogimos corriendo. Le sonreí y miré con nostalgia por recordar ese momento.
—Hagamos esto nuestro.
Me sonrojé cuando dijo eso. Sabía que se trataba de correr juntos, pero no pude evitar pensar en doble sentido. Aunque él no me atraía demasiado.
¿Que no dices?
—Si —le respondí—.
Me apretó más la mano y se juntó más a mi. Ese sería mi mejor amigo. Mi nuevo mejor amigo. Me lo pasaba mejor con él en una tarde que con Luna toda la vida.

Los polos apuestos se atraenWhere stories live. Discover now