¿Papá?

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¡Ring! ¡Ring!
¿Ajá?
—Buenas tardes señorita Walker, somos del hospital.
—Buenas tardes, ¿pasa algo?
—Su padre ha empezado a moverse de forma extraña, como si le pasara algo. Le hemos hecho algunas pruebas y análisis, todas han dado correctamente una respuesta.
—Y eso quiere decir...
Que creemos que tu padre va a despertar.
En serio que prometo que no podía hablar. Me quedé tan paralizada que no sabía que hacer. Se me erizó la piel en cuanto oí eso.
—¿E-En s-serio?
Si, por eso le queríamos preguntarle si quiere venir a verlo.
—Si, claro que quiero.
Bien, la esperamos.
Justo después de la llamada, busqué en mis contactos La "A".
A....A....
Header, la A es la primera letra tonta.
¡Cierto! ¡Gracias conciencia!
Que harías sin mi...
Somos la misma persona.
Verdad, pero yo soy la que te recuerda que hacer, y tú la que hace.
No lo voy a negar...
En mi pequeña batalla interior, no me di cuenta de que Aaron me estaba llamando.
—¡Justo ahora te iba a llamar, estaba buscando tu contacto!
—Yo también me alegro de hablar contigo —dijo con sarcasmo—. Y además la "A" es el primer contacto.
—Escúchame, necesito que me lleves al hospital.
—¿Porque no te lleva tu tía?
—Es verdad, ahora la llamo. Gracias de todos mod...
—¡Alto! —interrumpió—. Os puedo llevar a las dos.
—Está bien, ven a mi casa.
—Dirás mi casa.
—Lo que sea. Ven. Rápido.
—Voy. Rápido.
—¡Para de hablar y súbete al coche!
—¡Ya estoy conduciendo estúpida! Cállate y déjame concentr...
Y le colgué.
Sentía impotencia. ¿Porque no podía ser buena persona? Odiaba que me gritara, porque era como cuando me reñían al hacer algo mal. Vi de nuevo su nombre en la pantalla, pero colgué para llamar a mi tía.
Hola pequeña, ¿a ti también te han avisado?
Si, pasaré a por ti.
¿De verdad? Tú no conduces...
Eso ya lo sé, confía en mi.
De acuerdo cielo, no tardes.
Eso espero. Chao tía. Te quiero.
Adiós, yo más.
Me fui a vestir y me maquillé los ojos; hoy me veía fea y con ojeras. Y llamaron a la puerta.
—¿He de pasar por la ventana o me abres?
—Que ya voy pesado.
Le abrí la puerta.
—Pesada tú. Y perdón por gritarte antes.
—¡Pesado! ¡Eres un enorme pesado, siempre me haces sentir mal!
—Perdón.
—No te perdono.
Intentó acercarse a mi, y de mientras que lo apartaba, desvíe la mirada a la moto. Decidí empujarlo y él cayó al suelo.
Ups.
Yo...perdón no quería que...lo siento.
Me fulminó con la mirada.
—¿Porque traes moto? Sabes que no se puede llevar más de dos personas.
—¿Ah si?
Odié demasiado el tonto que usó. Como sarcástico y burlón. Tiré el casco al suelo, rompiéndolo.
Ya van dos accidentes...
Tenía la boca abierta, y los ojos como platos. Estaba sorprendido y enfadado. Sus ojos fueron suavemente hacia mi.
¿Lo sentía? Sin duda. ¿Mi orgullo era más grande? Obviamente. ¿Quería disculparme? Claro, pero no lo iba a hacer. ¿Le contestaría agresivamente? También.
Intenté hacer una sonrisa burlona.
—Cómprate otro.
—¡No son gratis!
—¿Y a mi que me importa?
—¡Pues debería importarte, vas a pagar uno nuevo!
—¡Y un pimiento!
—¡Que me vas a pagar uno nuevo!
—¡Que no!
—Anda, súbete de una maldita vez a la moto.
Cogió uno de los cascos y me lo entregó. Fue la única vez que no me lo puso él. Me decepcioné. Le di la ubicación de mi tía y se puso a conducir. Cuando llegamos, salí del vehículo, delante de Aaron.
Sonó en timbre que yo toqué y ella abrió; se le veía emocionada, desprendía felicidad; pues su hermano parecía volver a la vida. Era una mujer guapa, alta, rubia  y ojos verdes. Supongo que salí a ella en cuanto a pelo y ojos; yo los tenía un poco más azulados. Tenía una piel algo bronceada y lisa. Las mejillas un poco rojas, de un color carmesí. Unos dientes perfectamente blancos, y una sonrisa de oreja a oreja. Era preciosa, tenía unos veintisiete años.

Y cómo no, el castaño la miró con una sonrisa. Se acercó a ella y le abrazó, dándole dos besos en las mejillas, y ella se sonrojó.
¿Te da rabia, eh?
¡En absoluto! Bueno... Me da una rabia que ni la aguanto. ¿Porque conmigo es un completo idiota y luego con mi tía es el más caballeroso? Él se quitó el casco y luego se lo puso, ah, y ella seguía sonrojada. Quería pegar a Aaron. Me di cuenta de que como yo rompí un casco, solo tenía dos, uno para mi tía y uno para mi.
Lo miré con el ceño fruncido.
—¿Pasa algo? Me estás mirando con tal cara de asco...
—Primero, si te miro con asco es porque me das asco, pero de eso no te preocupes, y en segundo lugar, ¿Porque no tienes casco?
—Me rompiste uno, ¿te acuerdas o te lo he de recordar?
—¿Cariño, porque le rompiste el casco a este buen chico? No sé lo merece, y menos si nos va a llevar.
—Tía, nos va a llevar ilegalmente.
—Pero nos va a llevar.
—¡Que estúpidos que sois todos!
—¡No le hables así a tu tía!
—¡No hagas como que tienes cuarenta años, solo tienes veintisiete!
—Eyy, ya basta. Vamos a ver a tu padre y a tu hermano.
Aaron ayudó a subir a mi tía, que iba detrás de todo, pero antes de colorarme yo, le aparté un poco para hablar en privado.
Me acerqué a su oreja y susurré:
—Ten mi casco.
—No Header.
—Por favor...
Le pasé una mano por su pelo, ya estaba algo largo, pero eso me gustaba más. Llegaba para ponerlo por detrás de las orejas. Y es lo que hice.
—Header...
—Wal. Para ti soy Wal. O Der. No me llames así.
—Es tu nombre.
—Pero no el que has de usar para llamarme.
—Quedarte con el casco.
—Está bien. Que boto que eres.
Me dio un pequeño empujón, pero no parecía enfadado, y eso me relajó más de la cuenta.

Como siempre, yo me ponía por delante de todos; tenía mucho miedo. Él, detrás mío, tocando mi cuerpo. Quería coger de su nuca y poner su cabeza entre mi cuello y mi hombro, peor me tuve que aguantar las ganas. A veces apoyaba la cabeza en mi hombro con la excusa de que no veía bien la carretera con yo delante suyo tapándole. Sin embargo, hoy fue la excepción. Y me sentía decepcionada.
Llegamos al hospital y él estuvo ayudando a mi tía con el casco. Más bien, estuvieron todo el rato juntos. Yo intentaba acercarme, y luego se apartaban. Mi tía no lo hacía tan descaradamente como él. Y dolió. Dolió porque sentí que no tenía a nadie conmigo. Veía todo el futuro; ellos dos acaban juntos, Aaron dice que los besos solo fueron para ilusionarme y para jugar, mi tía diciendo que me quiere y lo siente, y mi padre muerto. Y sin darme cuenta lloré. Lloré por la impotencia y el coraje.
—Wal, ¿estás bien?
—No fingas que te importo.
—No estoy fingiendo.
—Pues lo parece.
Y me fui al baño. Hasta que noté una mano en mi muñeca.
—Soy así. Es la manera de abrirme. Y siento haberte dado mi corazón. No es mi culpa no sabes como muestro amor. Es complicado, ¿vale?
—Yo no sé...
—Perdón.
—No, está bien solo que soy celosa y verte así con mi prima...
—Me importas mucho. Más de lo que me gustaría admitir. Mucho más. Y te quiero. Espero que te quede claro. Que te quiero mas que a nada en este mundo. Eres la razón de mi sonrisa, y la de mi existencia. Por algo deje de drogarme, ¿no crees? Porque la razón eres tú.
Seguramente le hubiera besado en los labios, y le hubiese dicho que también lo quería. Pero algo no me dejaba hacerlo. Solo caían lágrimas.
Me puso una mano en la barbilla, y la otra en mi cintura.
—Vas a ver a tu padre. Él va a volver, te lo aseguro.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
Me dio un beso en la frente. Pero algo no iba bien. Notaba que algo no iba bien. Y era sobre Aaron. Estaba diferente.

—¿Señorita Walker?
—Soy yo.
Al ver que lo decía a la vez que mi tía, nos pusimos a reír; pues las dos éramos la señorita Walker. Me dio un sonoro beso en la mejilla y yo le devolví. Nos dirigimos todos hasta la pequeña sala donde se encontraba mi padre. Y tenía los ojos abiertos. Tenía vida. Y estaba despierto. Parecía enfermo.
Y me miró. Fue el momento más bonito que tuve con mi padre.
—Header...
—Papá.
Nada más verlo se me formaron lágrimas que caían sin más por todo mi pálido y sorprendido rostro. Me acerqué a él y le abracé todo lo que pude, sin embargo él se veía confundido.
—¿Que a pasado?
—¿Que recuerda señor? —interrumpió la doctora—.
—Ayer íbamos a en coche y... mi mujer... ¿dónde está ella?
—Papá, mamá murió en el accidente, hace unos Tres meses.
—Eso fue ayer amor.
—Estabas en coma.
—¿Annie?
—Ella también...
No pude continuar la frase, aunque todos sabíamos cómo iba a acabar. Y las lágrimas no eran de alegría. Ya no.
—Papá...
—Hija, ¿tú no eres?
—Eres mi padre. Si lo eres.
—No lo creo.
—¡Que si!
—No recuerdo... ¿Dani es la que murió?¿Y Charlie también?
—¿Quien es Dani? ¿Y Charlie?
—Mi novia y mi hijo.

Los polos apuestos se atraenWhere stories live. Discover now