Malas épocas

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Después de un largo camino en moto, llegué a casa.
Me bajé de la moto y me saqué en casco negro con pegatinas.
—Buenas noches Wal.
—No.
—¿Eh?
—¿Puedo preguntarte una cosa?
—Lo acabas de hacer. Y solo era una, así que te has quedado sin pregunta.
—¿Cuando te pones cursi, luego pasas a las bromas para disimular tu amor? Porque demasiadas ironías y bromas estás haciendo.
—¿Cual era la pregunta?
—Voy a hacer que no has ignorado lo último que te he dicho. ¿Porque ya no tienes amigos y no eres popular?
—Mejor dejamos eso para otro día.
—¡No! ¡Estoy harta de esperar! ¡Me has de decir porque te drogabas, porque tienes una mala infancia, que es eso de el dinero de Luna, y ahora eso también! ¡Dímelo de una puñerera vez tío!
—¡Dame intimidad! ¿Pero quieres saberlo? Bien, lo sabrás.
—Aaron no te enfades...
—Me drogaba porque todo era una mierda. TODO. Mi vida incluida. Cuando era pequeño, mi hermano pequeño era el centro de atención. Yo era feo, no era listo... él es inteligente, guapo... ya me entiendes. A mi me tenían como un perro. Solo celebraban el cumpleaños de mi hermano, ni siquiera se acordaban del mío. No tenía amigos, porque mi hermano era el conocido, y yo era la mierda. Nadie quería ir conmigo. Empecé a drogarme a los dieciséis. Cuando mis padres se enteraron, me echaron de casa, y me compraron una casa nueva, grande. En la que vives tú ahora. Y aquí empiezan también las autolesiones. Me fui a el instituto donde estoy para hacer un bachillerato mejor y poder hacerlo todo mejor. Como era el nuevo, todo el mundo estaba conmigo y eso, pero cuando ya llevaba un tiempo se fueron. Y dejé de drogarme. Luego Luna me empezó a hablar por chat. Y se hizo mi "amiga". Llegamos un punto en el que nos lo decíamos todo. Bueno, más bien, ella me decía todo de su vida y yo no decía ni pio. Me empezó a pedir dinero para cosas de su familia, que eran muchos hermanos y que no podían pagar... en fin, y yo idiota acepté, pero le dije que le daría a final de mes todo el dinero. Solo quería el dinero. Como ya podrás ver, no estamos a fin de mes, por lo tanto nunca se lo di, ni se lo voy a dar. ¿Contenta?
Estaba de espaldas a mi, por dicha razón no pude ver su rostro, así que le cogí de la muñeca para que girara, pero no lo hizo.
—No. No estoy contenta. A parte de todo eso, también no estoy contenta porque tengo otra pregunta.
Silencio.
Pero lo que no sabía era que todo eran mentiras. Y el peor error fue creer lo que me estaba diciendo.
—¿Porque yo?
Más silencio.
Y de aproximaban más mentiras que en ese momento creí.
—¿Por que yo y no Luna, por ejemplo?
—Yo sabía de tu existencia el primer día que llegue. A Luna la conocí después. Y no solo por eso tú y no ella, es por cómo eres. No sé... no sé ni lo que siento pero sea lo que sea, no es normal que cundo esté contigo quiera hacerme el duro, parecer más guapo o mejor. Contigo quiero ser mejor de lo que ya soy porque no creo que te merezcas conocer a mi "yo" de verdad.
—A mi me gusta como eres. Solo se tu mismo y ya.
—Soy horrible.
—No lo eres Aaron. Sino, ¿como te quiero tanto?
Se sorprendió tanto, que abrió mucho los ojos, y dejó de pestañear. Entre abrió la boca, y creo que se quedó hasta sin aire. Porque yo si que me quedé sin aire. ¿Como pude decirle eso tan fácil?
—Header, nos hemos de alejar, lo siento.
—No tienes en cuenta mis sentimientos.
—Si los tengo. ¿Crees que no estoy roto al tener que separarme de ti? ¿Crees que no estoy vacío? No lo hago para hacerte sentir mal, lo hago por tu bien. No puedes estar con alguien como yo. Con todo lo que hemos vivido yo... me he dado cuenta de la maravillosa persona que eres. Y de lo muy enamorado que estoy de ti. Por favor ya hazme caso y vete con alguien mejor.
Aún seguía de espaldas, bueno, de lado, porque podía verle la cara; los ojos la boca... aunque no veía bien su tono de piel, pero no lo iba a permitir. Lo giré como pude. Y al ver que lloraba no pude hacer otra cosa que abrazarlo.
Lo rodeé pero él no me devolvió el gesto.
—Header, para.
—No.
—Vas a hacer que sea peor separarnos.
—Cosa que no vamos a hacer.
—Has de estar con alguien mejor...
—Oye, yo no me voy a ir. Y como lo hagas tú me vas a romper el triste corazón. Así que haz el favor de no decir tonterías. No te vas a ir. Y yo tampoco. Voy a estar contigo. En los buenos momentos y en los malos. En todos los momentos voy a estar a tu lado y voy a ayudarte a estar mejor. Y si estás roto, yo te pegaré. Si estás vacío yo te llenaré. Estaré ahí. Así que calla y abrázame.
Él estiró los brazos rodeándome. Me sentí aliviada al oler su perfume. Y oí como se desahogaba con llantos y lloros. Al fin le puse una mano es la cara e intenté secarle las lágrimas. Y me encontré con sus ojos. A pesar de que ya no tenían ese brillo y estaban rojos, eran sus ojos. Y por eso eran tan hermosos. Un color miel perfecto. Con su perfecta nariz con un piersing negro, sus labios rosados y bonitos, sus mejillas sonrojadas, sus incontables pecas y su pálida piel. La tenía bronceada, pero este era uno de esos momentos que se quedaba pálido. Era increíblemente bello. Atractivo. Guapo. Y también tenía su encanto. Su carácter, se enfadaba, pero luego era la mejor persona. Hacia muchas ironías y bromas, pero era muy sincero. Quería hacerse el duro; solo para ocultar lo dulce que es. Pero sobretodo quería ser fuerte; supongo que para defenderme. Fuerte para mi.
Una simple palabra, que repito mucho, pero no me cansaré de decir; perfecto.
—Wal...
Me observó durante unos segundos, retiró la mirada para irse a mis labios y luego regresar a los ojos.
—Dime.
Esbozó una sonrisa. Y de las sinceras. Como la echaba de menos.
—Perdón por ser tan débil.
—¿Y el perdón porque?
—Porque he de ser fuerte y protegerte. Y ayudarte. He de estar contigo.
Le pasé una mano por el pelo.
—Joder, para ya o voy a tener que...
Me miró a los labios.
—Pues seguiré hasta que lo hagas.
Y me besó. Sus cálidos labios sobre los míos. Sentí mil mariposas en mi estómago. Él tenía una mano en mi mejilla y otra en mi cintura; yo ambas en su nuca. Quería saltar, quería bailar, quería gritar, reír, correr, caer al suelo,
—bueno, esa no es la verdad; quería caer sobre él—. Quería hacer mil cosas. Parecía que estaba en las nubes cuando me acarició la mejilla. Quería decirle que le quería cuando cerraba los ojos relajado. Sonrió contra mi boca, cortando el beso.
—Como sigamos así vamos a estar horas.
—Oh, vale. Entonces entro a casa.
—De eso nada. Te vienes a la mía.
Estiré la mano, esperando a que me la diera, pero me cogió por las rodillas, y caí en su hombro, cerca de su espalda.
—¡Suéltame!
—¡Así llegaremos antes!
—¡Ross!
Estaba riendo, aterrorizada, gritando y pasándomelo bien. No sé cómo pero me gustaba.
—No me llames Ross.
—¿Como te llamo?
—Aaron.

Los polos apuestos se atraenWhere stories live. Discover now