0.3

3.9K 445 163
                                    




Hoy Mick y yo cumplíamos 19 años, él estaba tan emocionado, mientras que yo me retorcía entre las sábanas, muriendo de sueño.

– ¡Mickey! Son las... – descubrí mi cuerpo y con trabajos tomé mi celular. – ¡Son las 7 de la mañana! Es muy temprano. – alargue la "O" con cansancio.

– Eso es lo de menos. – me volví a envolver en las sábanas dispuesta a dormir. – ¡No, no, no!–

Divertido jalo mi cuerpo y aun con cobijas, me cargo como un costal. Y aunque pataleaba, no podía contener mi risa, él tampoco obviamente, despertando a toda la casa con nuestras carcajadas.

– Pareces un gusano. – empezó a dar vueltas aún conmigo en su hombro.

– ¡Mick! ¡Mick! – no podía parar de reír pero comenzaba a marearme.

En un punto, mi inteligente hermanito, tropezó con una de las sábanas que cobijaba mi cuerpo, así que ambos caímos al piso y sin poder parar nuestras risas intente desenvolverme de las sábanas, haciendo un embrollo mas grande. Cuando por fin logré hacerlo me arrastre un poco para poder golpearlo. Parecíamos niños pequeños jugando, corriendo por toda la casa, despeinados y en pijama, sin dejar de reír, con amenazas sin sentido, disfrutando por un momento solo de nuestra compañía, siendo hermanos.

– ¡Niños! – gruñó mamá desde las escaleras al ver cómo ambos estábamos en el piso, yo jalando el pelo de Mick y él mordiendo mi brazo, todo esto sin lastimarnos, pero la escena no dejaba de ser infantil.

Mamá se unió a nuestras risas y con entusiasmo, combinando una falsa molestia, camino a separarnos.

– ¿Cómo amanecieron, mis niños? – se sentó con nosotros en el piso. – ¿Qué tanto hicieron? –

La abrazamos y cada uno le dio un beso en la mejilla, yo me acosté en su piernas y Mick se recargó en su hombro. Empezamos a platicarle nuestra versión de los hechos y porque había cobijas y almohadas tiradas por toda la casa. En el transcurso, papá y su mejor amigo se habían levantado y desde las escaleras nos observaban, riendo al oír nuestras locuras y adorando el brillo que desprendíamos.

Después de un rato mamá dejo escapar lagrimas y papá, quien se había se acercado, ponía atención a cada detalle.

– ¿Por qué lloras mami? – le preguntamos al mismo tiempo.

– Han crecido muy rápido. – respondió mi padre por ella, me sobresalte al escuchar su voz.

Se acercó a nosotros con pesar en su cuerpo, se notaba que le dolía, pero eso no le impidió a unirse a nosotros. Nos pusimos de pie y corrimos a abrazarlo.








Después de ese cálido momento, era hora del desayuno, "desayuno cumpleañero" decía Mick. Así que cuando el servicio acabó de cocinar y acercaron los platos a la mesa, comenzó el desayuno.

Yo había subido a mi habitación a lavar mi rostro y peinar mi cabello. Rociando un poco de perfume, humectando mis labios, en sí arreglando mi presentación.

Una vez baje, encontré sentados a todos comiendo y platicando amenamente. Y ahí estaba él, el hombre que me robaba suspiros y hacía mi corazón dar revuelos de amor.

Sebastian Vettel.

Ahí estaba, tan lindo como siempre, su pelo aun húmedo, una camisa blanca lisa junto sus pantalones de mezclilla. Simplemente perfecto.

– Pequeña. – volteo a verme de arriba a abajo. – Feliz cumpleaños. – se levantó y se acercó a mi.

Me abrazo, recargando su mano en mi espalda y al tener su cuerpo tan cerca, pude oler su perfume, haciéndome sentir escalofríos. Al separarnos, puso ambas manos en mi cintura, dejando un beso en mi frente.

My little girl - Vettel!Where stories live. Discover now