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Verla cerca de él toda la puta noche había sido un tortura. Ver cómo coqueteaban, sentir mi sangre hervir al ver los roces de sus cuerpos, le susurraba cosas al oído y tuvo el atrevimiento de pasar uno de sus mechones castaños detrás de su oreja.

Estúpidos celos.

No podía evitar pensar en correr hacia ella y besarla frente a todos, para que ningún chico se le acercara, para que supieran que era mía. Pero no podía hacerlo, tenía que tragarme todo y tener que soportar los celos.

La cena seguía y la que había traído como acompañante me demandaba demasiada atención y yo no tenía el mínimo interés, intentaba averiguar qué tanto decía Leclerc para que mi pequeña estuviera tan sonriente. Esto claramente le molestó, ella quería tomar mi mano o darme un beso, yo solo me quitaba y le sonreía, más no correspondía.

Llego un punto donde ya no podía más con el enojo, así que simplemente me levante y me encamine hacia ellos con toda la intención de separarlos, pero los meseros entrando con un pastel y cantando efusivamente me interrumpieron.

Pusieron el pastel sobre la mesa y llamaron a los cumpleañeros. Se sentaron frente al mismo, las velas iluminando sus rostros. Se veían tan angelicales.

Aunque no pude evitar pensar en cómo se sentiría besarla con su cuerpo debajo del mío. Tuve que dejar de pensar en eso si no quería tener problemas 'allá' abajo.

Comenzamos a cantarles "feliz cumpleaños" sin embargo, mi princesa no se veía feliz, sus ojos parecían apagados, quise acercarme a ella, pero la mujer a mi lado llegó a abrazar mi brazo impidiendo que me moviera. No rechiste pero pude ver como ella me veía con tristeza, podría decir que decepción y eso me dolía a sobremanera.

– ¡Pide un deseo! – le dijo Mick a Adelaide.

Soltó una ligera risa y asintió, sus ojos se llenaron de lágrimas, soplaron las velas y se abrazaron, podría asegurar que ella estaba sollozando. Quería correr a su lado, tomarla entre mis brazos y decirle que todo iba a estar bien, más el agarre sobre mi brazo seguía firme.

Repartieron el pastel y cada uno formó su propia isla, para mi mala suerte yo no estaba con ella, estaba con una mujer a la que no quería siquiera. Ella intentó llamar mi atención al ver cómo veía a Adelaide esconder su rostro en el pecho de su madre. Deslizó sus dedos por cara y me hizo verle a los ojos, plantando un beso en mis labios.

No podía sentir más que repulsión, porque no era ella, no era mi princesa, no era mi Adelaide. Añadiendo que me sentía culpable, porque en el fondo sabía que sus lágrimas eran por mi culpa.

Vi como Adelaide salía y me miro, pero no era su mirada de siempre, no me veía con el brillo con el que solía hacerlo, detuvo su paso por unos segundos, seguía observando como estaba abrazado a una mujer a la que no amaba, tomó una copa de champagne y reanudó su camino; salió al balcón, segundos después vi como Charles iba con la misma dirección, era obvio que iba con ella.

Me aleje de la mujer frente a mi e intenté ir tras ellos, pero siempre tenía que interrumpirme algo, así que se me atravesaron algunos amigos y me impidieron seguir mi camino.

Conviví con ellos unos minutos, seguía preocupado de no verlos regresar, los celos me estaban matando. Al final logré huir y con prisa me dirigí hacia el mismo lugar donde ellos estaban, con cuidado de que nadie me viera, especialmente algún Schumacher.

En cuanto salí por la puerta para llegar al balcón, encontré una de las peores escenas que pude haber visto.

"La curiosidad mató al gato" decían.

Los encontré besándose y joder, no podía sentir más que celos con rabia correr por mis venas, él estaba tocando su cuerpo y probando sus labios.

Estaba haciendo todo y más de lo que yo deseaba hacer.

– ¡Adelaide! – impulsivamente llame su atención, con la mente nublada.

Ellos se separaron, sin prisa alguna y ella descaradamente me volteo a ver, tomó la cara de Charles y le volvió a besar, rodeando su cuello con sus brazos, en ningún momento se atrevió a dejar de verme.

Me estaba retando.

Camine hacia ellos y jale el hombro de Charles, haciendo que se separan y quedara frente a mi.

-Vete de aquí, Leclerc.- le dije firmemente.

Con un poco de pena, intento irse, pero ella lo detuvo, nuevamente plantó un ligero beso y le limpió el rastro de labial que había quedado. Él sonrió embelesado, pasó a mi lado inclinándose un poco en forma de disculpa y por fin se marchó de ahí.

Me acerqué a ella y tomé su cara con una mano, haciendo que levantara la mirada y me viera a los ojos. Apreté un poco sus mejillas, me incline un poco y junte nuestras frentes.

– ¿A qué estás jugando, princesa? ¿Por qué me haces esto? – baje mi mano a su cuello y ahí la deje, haciendo presión. Sus ojos volvieron a llenarse de agua.

– Vete a la mierda. – fue lo único que dijo, permitiéndose soltar algunas lagrimas.

Retrocedió un poco y quitó mi mano, de igual forma estaba acorralada entre el borde y mi cuerpo, así que la deje hacerlo.

– Yo tendría que ser la que pregunta eso. Tú eres el que está jugando conmigo. – suspiro e intento calmar su llanto.

Me estas jodiendo la vida. Me lastimas.

Al igual que ella, mis ojos comenzaron a llenarse de agua, me dolían sus palabras, se sentía estar en el infierno, ver sus ojos derramar un océano y sus manos temblar, se sentía peor saber que yo el culpable de eso.

Pequeña... – quise abrazarla pero ella me lo impidió poniendo sus manos en mi pecho.

– No, no me llames así. –

– ¿Por qué no? –

– Por qué sé que voy a caer y tengo miedo... –no la deje continuar y rodee su cuerpo con mis brazos.

Nos quedamos así por unos minutos, esperando a que su llanto cesara. Acaricie su cabello y susurraba en su oído palabras de aliento. Una vez logró encontrar un poco de paz, se separó lentamente y me miro a los ojos. No dijo nada, solo veía mis ojos. Limpie sus ojos, quitando la máscara de pestañas que se había corrido, después baje mi tacto a sus labios, limpiando de igual forma el rastro de labial esparcido en su bello rostro, dejando reposar mi pulgar en sus regordetes labios, ella le dio un pequeño beso y ambos dejamos escapar un pequeña risa.

Lo diré mil y un veces, me dolía verla así, me afectaba saber que yo era el causante de su malestar. Pero no era correcto, estaba mal. No había oportunidad de funcionar, era menor que yo por diez años, me sentía un maldito pervertido; la había visto crecer y aun así ahora la deseaba, no solo sexualmente, sino también, románticamente.

Quería bajarle las bragas y también las estrellas.

La quería, es más, podría jurar que la amaba.

Solo la quería a ella.

A ella y a nadie más.





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ᴹʸ ᴮᴱᴸᴼⱽᴱᴰ

My little girl - Vettel!Where stories live. Discover now