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Un ligero golpeteo sonó en la puerta de Seb, era ella vistiendo un pantalón negro, un camisa corta de manga larga color blanca, llevaba en mano un par de Converse y unas botas; su cabello estaba ligeramente ondulado, sus labios brillosos, sus pestañas crispas y mejillas ligeramente coloradas.

Con prisa entro a la habitación y le puso atención a sus graciosas calcetas que tenían estampado de tiburones, no pudo evitar soltar una risita, recibiendo un pequeño golpe por parte de la chica.

–Te ves hermosa, princesa.– se acercó a ella y beso su frente.

–¿Tenis o botas?–

–Tenis, combinan con tu camisa.–

Ella empezó a ponérsela mientras el rubio caminó al baño a acabar de perfumarse y acomodar su aún húmedo cabello, una vez salió del cuarto y se sentó a su lado en la cama.

–Estoy lista, príncipe.– le sonrío de oreja a oreja posando con su conjunto.

–Eres tan bonita, ven aquí.–

La tomó de las caderas y la acercó a él, quedando su abdomen a la altura de su rostro, recargándose y escurriendo su cabeza debajo de la camisa, dejando un rastro de besos. Esto le causó cosquillas, por lo tanto dejó escapar una risa y llevando sus manos a su cabeza, acariciando un poco en un intento por alejarlo un poco.

–Me encantas, pequeña.– saco su cabeza pero siguió recargado.

–Tú me encantas a mi.–

Él le sonrió embelesado desde abajo, ella siguió acariciando sus hebras doradas, dándole un poco de forma, se separó y lo jalo para poder hacer que se parara.

Y él, actuando como un niño chiquito, fingió dejar caer su cuerpo, como si estuviera haciendo un berrinche, sin querer soltar el cuerpo de la joven, rodeando su cintura con sus manos y escondiéndose en la curva de su cuello dando besos y mordidas.

–Seb, tenemos que irnos.–

–No quiero, quiero quedarme contigo.–

–Vas a estar conmigo, pero en otro lugar.– le dio palmadas en la espalda y tomando sus mejillas para que la viera a los ojos.

Le dio un beso, beso que él correspondió y lo fue subiendo de intensidad, bajando sus traviesas manos a su trasero. Ella murmuró algo entre el beso y él lo reprocho.

–No, no, no va a funcionar.– se alejo de él cuando empezó a subir su camisa. –Nos vamos ya.–

–Me lo cobraré después, bonita.– ambos rieron y salieron de la casa.

Salieron de casa haciendo el menor ruido posible y solo habiéndole avisado a Michael que irían a cenar.

...

Llegaron al lugar con discreción, pero tomándose de las manos. Pidieron la mesa y los meseros tomaron su orden. Cenaron con tranquilidad, platicando de cualquier cosa, divirtiéndose entre sí.

Pareciendo enamorados.

Unían sus manos y tomaban vino tinto, empezando una discusión sobre alguna estupidez fingiendo molestia. Continuando su conversación y creando recuerdos, dejando nacer las flores.

Solo siendo ellos y su amor.

Al acabar, surgió la idea de ir a alguna tienda y comprar una botella de vino tinto, aparentemente no había sido suficiente el que tomaron en el restaurante. Ambos escogieron una de las baratas, que para sorpresa hacía notar la dulzura de las uvas.

Para su buena o mala suerte, empezaron a caer gotas de agua del cielo, corriendo por las calles de Berlín hacia el estacionamiento donde se encontraba el auto.

My little girl - Vettel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora