11|Camino al confesionario.

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Diana.

Y que nos sacan del bar. No fue nuestra culpa precisamente, es verdad que Tom insultó y amenazó al tipo que me empujó, pero oye, que técnicamente no fue nuestra culpa.
Un grupo de chicos decidieron que armar una pelea era la mejor decisión de su vida, uno de ellos golpeo a otro, la novia del golpeado gritó e interrumpió el momento donde casi pierdo mi dignidad, el golpeador me dijo «Quítate» y no me quité porque estaba perdida en los ojos de Tom, me empujó y Tom, bueno, Tom se nos desconoció. Se convirtió en otra persona y ahora el golpeador no quería pelearse con el golpeado, sino que quería agarrarse a mi Tom. Llegaron los demás y al final nos sacaron a todos. Qué bonita vida, ¿verdad?

La cosa es que afuera estaba diluviando y nadie traía chaqueta, nos mojamos mientras esperábamos el auto y nos dirigimos a casa mojados hasta el culo. Literalmente.

Me despierto cuando escucho el sonido de una licuadora, trago saliva y me duele al hacerlo, estoy constipado y mi cuerpo se siente pesado. Enfermedad, ven a mí.
Suspiro pesadamente, me levanto de la cama que...

—¡Ay no! —miro alrededor de la habitación, las paredes son azules, la cama tiene un edredón de color gris, hay portarretratos de los gemelos, unas sudaderas perfectas dobladas en la silla del escritorio y una guitarra en la esquina de la cama.

Nunca he estado aquí antes, pero el olor, las cosas y mi intuición me gritan «¡Es la habitación de Tom!». A un lado de mí hay una camiseta, alterno los ojos entre la puerta y la camiseta, respiro profundamente y la tomo entre mis manos aspirando con fuerza el olor. Sí, es de Tom. Huele igual que él ayer.
¡Ayer! ¿Qué pasó ayer? Me acuerdo de todo, desde la mini clase de español, el ritual de tequila y el baile. Me agradezco mentalmente por no beber, así puedo recordar todo.
Cuando estoy disfrutando del olor de Tom, la puerta de la habitación se abre y lanzo la camiseta, me aviento brutalmente hacia el colchón y me hago la dormida.

—Ya sé que estás despierta —es Bill, suspiro de alivio y me levanto poco a poco—. Viene Tom.

Abro los ojos como platos y trato de arreglarme el cabello con mis dedos, me doy unas cachetadas para despertar y me paso los dedos por los ojos para quitar algún rastro de rímel. Bill ha ido a recoger la camiseta que lancé.

—Buenos días —saluda Tom entrando a la habitación, lleva una bandeja con comida y nos sonríe—. Te ves...

Hace una mueca y me tapo de los pies a la cabeza con la sábana —Horrible, ya lo sé.

—Yo iba a decir enferma —corrige, escucho que alguno de los dos golpea al otro—, pero una enferma bonita.

—No intentes arreglarlo —mi voz suena amortiguada por las sábanas de Tom. Woa, nunca pensé que iba a decir eso: Estoy entre las sábanas de Tom. Bajo lentamente la sábana sólo hasta dejar ver mis ojos —¿Qué llevas ahí?

—Waffles.

Bueno, me ha convencido.

Salgo de las sábanas y extiendo los brazos para que Tom me de la bandeja, sonríe y me la entrega sin chistar. Bill está sentado en la silla del escritorio e intenta tocar la guitarra de Tom.

—Traje esto, porque se que te gusta la mermelada de higo —informa, mientras está recogiendo las sudaderas y las guarda dentro de su cómoda.

Al diablo las rubias. 「𝐭𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 」Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang