14|Tom no sabe lo que quiere.

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Diana.

Jefazo:)
Hola, Diana.
Tengo una pregunta, ¿podrías faltar algunos días a la universidad?

Diana M.
Holaaaa, señor.
Tendría que preguntarle a mis profesores.
¿Por qué?

Jefazo:)
Sucede que los chicos tienen una promoción fuera del país.

Diana M.
Oh.
¿Y me necesitan allá?

Jefazo:)
Les dije que quizá estarías ocupada, pero ellos insisten en llevarte.

Diana M.
¿Y a dónde iríamos?

Jefazo:)
Taiwán.

Diana M.
Acepto.

¿Cómo iba a decir que no? Digo, es Taiwán. Si me proponen reprobar anatomía humana, pero ir a Taiwán, definitivamente no iría a Taiwán. Pero como no voy a reprobar por faltar algunos días, entonces no veo el problema.
Mi jefazo me envía el plan de trabajo para allá y las fechas con los horarios de las promociones de los chicos, son solo 4 días y dos de ellos son sábado y domingo, así que, sólo faltaría a la universidad jueves y viernes.
Hago los arreglos correspondientes y hablo con mis tres profesores, los de bioquímica y psicología médica fueron muy amables al respecto, además, tenía el papel firmado por mi jefe dónde especifica que me voy por trabajo. La de anatomía humana fue la más difícil de tratar, primero dijo que sí, luego dijo que iba a perder puntos por no entregar los trabajos a tiempo, luego dijo que no era su problema si no entendía las clases siguientes y al final me deseó un buen viaje. Que gente más bipolar.

Hablando de bipolares, no he visto a Tom y estoy muy triste por eso. Me acostumbré a verlo por lo menos un día a la semana, pero ahora llevo una semana y media sin ningún contacto. Soy una dependiente de porquería, ¿qué le vamos a hacer?

Cuando las clases terminan me voy a mi casa tan rápido como puedo y empiezo a empacar para –no me lo puedo creer– Taiwán. Empaco de todo para que nada se me quede aquí, y mientras estoy buscando qué más llevar encuentro la bolsa negra de la Sex Shop que Tom compró para mí y desde ese día no he visto que hay dentro.
La abro con miedo y meto la mano, mis dedos tocan encaje y suspiro de alivio cuando veo que son los dos conjuntos que yo tomé, el rojo y el negro. Menos mal. Pero hay algo más, vuelvo a meter la mano y saco el traje de domador de animales, pegado al látigo hay una nota.

Para la domadora más bonita que he visto.
—T.K.

Sí, bueno, ya caí otra vez. Por eso me cae tan mal, hace cosas como éstas y luego va por ahí fingiendo que nada pasa.
Hago una mueca pensativa, ¿debería? No, no debería. Ni siquiera lo voy a ocupar. Y como si alguien pudiera verme –diosito puede– meto el conjunto de encaje rojo a la maleta. Uno nunca sabe, uno nunca sabe.

[...]

El aeropuerto es enorme y yo ya estoy bien perdida. Busco el número de la puerta por la que se supone debemos entrar, pero no tengo un buen sentido de la orientación y paso por el mismo Starbucks veinte veces.
Pero entonces encuentro a Georg comprando algo en una de las tiendas, estoy por acercarme a saludarlo cuando veo entrar a Mack dentro de la tienda y colgarse de su brazo. Opa. Opa. Yo dije que había algo, ¿sí o no?
Me escondo detrás de uno de los pilares y los observo desde la lejanía, me arrepiento de inmediato porque estoy apunto de tener un coma diabético por tanta miel que veo.
Mack se ríe con delicadeza y sus manos siempre están en Georg, ya sea su brazo, su hombro, el pecho, pero nunca deja de tocarlo. Y Georg, bueno, él lo está disfrutando. Le da medias sonrisas y guiños coquetos.

Al diablo las rubias. 「𝐭𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 」Where stories live. Discover now