22.

651 33 8
                                    

Todo o nada.

André.

Ingreso al lugar ignorando a los hombres que me abren las puertas. Las mucamas que cuidan de ella se reverencian y salen al verme, no tardo nada en llegar hasta su cama.

Está en el mundo de sus sueños o es lo que aparenta, boca abajo en una esquina, sus rizos para un lado evitando caer en su espalda, su trasero siendo cubierto solo unas pequeñas bragas blancas... No me replanteo lo que haré, sino que, actúo siguiendo el instinto que me pide estar a su lado.

Me saco la ropa quedando en bóxer y me acerco. Al sentirme ya acostado a su lado no tarda en buscarme.

No me mira a los ojos, no habla, tan solo recuesta su cabeza a mi pecho, nuestra piel hace contacto directo y su espalda queda a mi vista.

Una punzada de molestia me traspasa.

Mis manos buscan sus bellos rizos y en ellos se entretienen.

Ninguno duerme en todo lo que queda de noche, ambos nos mantenemos en silencio, dejando que nuestras mentes hablen por si solas y nuestras pieles se conozcan.

Y de manera consciente mi rabia crece, porque sé que tiene que detallarme varias situaciones que me intenta ocultar. Las mismas que la mantienen despierta más de lo que quiere sobre mi pecho... con su mano abrazando mi torso y sus piernas cálidas entre las mías.

Su presencia vuelve el aire más ameno, aunque no esté del todo contento con este escenario... Con ella en mis brazos: ideo, busco y planeo en silencio.

Cuando los grillos cantan y la claridad del sol aparece su respiración logra ponerse más pesada. No tengo tiempo para permitirme más su adictiva compañía y por ello me levanto dejándola sumergida donde tendrá algo de paz.

Tapo desde sus caderas para abajo con el edredón dejando solo su espalda maltratada a la vista y busco sus labios donde aprisiono los míos.

El recuerdo de ella anoche lanzándose a mí me hace aprisionar mis puños y parar con lo que estoy tratando de iniciar.

Con lo que inició en Weirner.

Me coloco mi ropa que dejé en el sillón al llegar y salgo de la carpa dejándola sumergida en su sueño profundo, mi mente bloquea todos los pensamientos relacionados con ella que me han carcomido estos días y dejo a un lado sus ojos profundos para concentrarme en mis próximos pasos.

El calvo me espera afuera del lugar con una arruga entre sus cejas, mirando a todos lados como si estuviera encubriendo algún delito.

—Mi señor —Murphy aparece desde un costado, resguardado por sus empleadas.

*Murphy: Uno de los doctores que trabaja en el centro con André*

Evito contestar y él se limita a reverenciarse hacia mí, antes de buscar la entrada de la carpa donde se encuentra la princesa descansando.

No me agrada aún la idea de dejarlo allí, pero necesito tener la constancia de que alguien cuidé de ella, de sus heridas, ya que, al que dejé para que aquellas no existieran me defraudó.

—La última vez que fue visto Mario, estaba rodeado por las mujeres de los cirquistas. No se sabe más de él —me informa Jones.

Respiro hondo tratando ordenar mis pensamientos.

El sol mañanero ya está pintando y algunos borrachos están dormidos por el piso del centro del campamento, el frío está intenso, la música ya no se escucha, algunos de mis guardias se quedan alrededor de la carpa de la heredera aurekeana y no tardo en emprender mi camino pisoteando todo -algunos son seres humanos- lo que se me atraviesan en el camino de la carpa de Marcus.

AUREKEA. (+18)Where stories live. Discover now