36 VALENTINA

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Oscuridad, era lo único que veía en este lugar. Estaba acostada sobre un colchón sucio en el suelo, olía mal, yo olía mal, estaba encadenada en los tobillos, las cadenas pesaban y me lastimaban, la ropa que llevaba desde que llegué aquí estaba rota y sucia, yo estaba nauseabunda.

Una puerta se abrió y la luz me cegó por un momento, vi a la persona que me tenía en estas condiciones, maldigo el día en que llegó a nuestras vidas, lo miro con el odio más profundo de mi corazón. Sonrió de manera macabra burlándose de cómo me encontraba.

Si tan solo ese día hubiera sido más cuidadosa...

Desperté abrazada a Sebastián, me restregué los ojos y me senté en la cama para tratar de recordar lo que había pasado, pero el dolor que sentí en la entrepierna hizo que las remembranzas vinieran a mí de golpe y la culpa me abrumó. No sabía que era Derek, en mi mente siempre estuvo la imagen de Sebastián, no podía razonar cuando lo vi golpeándolo, no tenía fuerzas para querer separarlos, solo quería llorar y desaparecer.

Cuando me dejaron sola miré mi cuerpo desnudo, me puse mi ropa interior y vi mi reflejo en el espejo, me dio mucho asco, recordar cómo me tocaba, como acariciaba cada parte de mi cuerpo, sus besos en mis labios, por todos lados, el dolor que sentí cuando...

Y entré en crisis, volví la habitación como me sentía por dentro, un desastre. Isabella entró pero no la escuchaba, las imágenes en mi cabeza me impedían razonar, no quería hacerlo, estaba cegada, la rabia y la desesperación impedían que viera a las personas que se encontraban allí. Mi cuerpo colapsó en el suelo, sentí que mis piernas no aguantaban más, lo primero que mis ojos divisaron cuando mi vista se aclaró fue un pedazo de vidrio y no lo pensé dos veces para tomarlo y pasarlo por mis muñecas, pero antes de poder hacerlo Sebastián me abrazó y sentí que me lo quitaron de las manos.

Otro ataque me dio, no quería que me tocaran, estaba sucia, daba asco, me daba tanto asco que no quería estar aquí, no quería estar en ningún lado, y no quería que Sebastián me tocara, me daba vergüenza, solo pensar que me podía dejar ¿Cómo va a amar ahora a alguien que otro usó?

No sé en qué momento me dormí.

Regresé al presente cuando recibí un mensaje, tenía el celular al otro lado de la habitación, no sé cómo llegó allí, me levanté de la cama y cuando leí el mensaje solté de inmediato el celular, sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo, me vestí cómo pude y me fui dejando todo en casa de Isabella, la luz me daba en la cara y solo caminaba sin saber a dónde ir, fue en ese preciso instante donde sentí que me ponían un pañuelo en la nariz, forcejee lo más que pude, pero la sustancia del pañuelo hizo que me durmiera.

Cuando desperté estaba encadenada, recostada en el colchón sucio y muy desorientado, miraba hacia todos lados, pero no reconocía nada, parecía un almacén, había cajas, sacos de construcción, o eso creía, la oscuridad no me permitía ver muy bien.

- ¿Hola? – grité – ¡Ayúdenme!

Y alguien entró, de nuevo la luz me encegueció y puse una mano en mi cara para que no me diera tanto, al reconocer a la persona que tenía frente a mi sentí que el corazón se me iba a salir del pecho, no era posible, no tenía ninguna lógica todo esto.

- ¿Erick?

- ¡Sorpresa! – dijo con entusiasmo y extendiendo los brazos.

Encendió la luz en un interruptor que estaba pegado a la pared, todo el almacén se iluminó y pude divisar que en definitiva habían instrumentos de construcción, palas, picos, cierras, martillos, entre otras cosas, pero también cosas personales de él, cepillo de dientes, jarras de agua, sabanas, platos de comida, vasos, al parecer había estado viviendo aquí o estaba arreglando esto para alguien... un momento.

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