38 VALENTINA

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- ¡Perra de mierda, despierta!

Erick me levanta arrojándome una sábana en la cara, había acabado de abusar de mi otra vez, me dolía el cuerpo por los cortes, me quede dormida apenas se fue, no sé cuánto tiempo pasó.

- ¿Qué pasa? – estaba como loco guardando cosas en un bolso, no me decía nada.

Hasta que lo escuché.

- Erick Jhonson, no tiene escapatoria, salga con la señorita Leister en este preciso instante, si no sale en dos minutos nos veremos obligados a entrar.

Y una alegría me recorrió todo el cuerpo, me habían encontrado, habían dado con mi paradero. La cara de Erick era un caos total, pude ver el miedo en sus ojos.

- No hay tiempo.

Solo dijo eso para tomarme por el pelo y arrastrarme por el lugar a la puerta de salida, el almacén era grande, pero no tuvimos que caminar mucho para salir del lugar, cuando lo hicimos las luces de las camionetas me dieron en el rostro y tuve que cerrar mis ojos por la repentina iluminación.

- ¡Si se me acercan les juro que de aquí no sale viva! – gritó fuerte colocando su arma en mi cuello, no quería abrir los ojos, no quería ver quienes estaban allí. Sentí su respiración cerca de mi oreja – Quien lo diría, aquí está el único que no ha podido disfrutar del interior de ti – fue cuando abrí los ojos y lo vi, tenía un chaleco anti balas. Mi amor, la culpa me abrumó tanto que lagrimas comenzaron a salir – Sebastián ¿Qué sientes al saber que esta perra ya ha sido utilizada por dos personas distintas y por ti no?

Sentí que el pecho se me iba a salir, quería morir en ese instante, que me disparara y se acabara todo.

- Déjala en paz pedazo de mierda, estás loco – escuché decir a Isabella y la vi al lado de Sebastián, luego vi a mi padre, ellos tres estaban aquí, no los había notado por solo ver la expresión de ira de mi novio.

- Isabella, pero que alegría, – dijo con regocijo, sabía que esto le divertía – lo siento, nunca íbamos a funcionar, siempre amé a Valentina, y como no amarla, si esta divina – pasó su asquerosa legua por mi mejilla y sentí mucha repulsión, su aliento olía horrible, cada vez que me besaba quería vomitar.

- Señor Jhonson, ponga el arma en el suelo y suelte a la señorita Leister – dijo el detective por el megáfono, el apretó más su agarre en mi cabello tirando de mí más hacia su cuerpo.

- ¡No lo haré, mierda, no lo haré, ella es mía, y si no está conmigo, no estará con nadie!

Bajó el gatillo y cuando creí que todo había terminado se escuchó un disparo, sentí cuándo Erick me soltó y no miré hacia atrás, solo corrí, corrí hacia mi padre, tenía tantas ganas de que me envolviera en sus brazos, apenas llegué hacia él me le lancé encima.

- Mi princesa, estas bien, estas bien, mi amor – dijo mi padre apretujándome contra sí, podía sentir sus lágrimas empapar mi hombro.

- Papá, me quiero ir, ya no quiero estar aquí, quiero...

Empecé a ver todo borroso y de repente todo se puso negro.

Me desperté lentamente, mis ojos aún no se adaptaban a la claridad de la habitación, miré mi mano que tenía una vía puesta ¿estaba en el hospital? Toqué mi cabeza tratando de recordar lo que había pasado y cuando lo hice empecé a llorar, tenía muchos sentimientos encontrados en ese momento, estaba feliz porque había sobrevivido, triste por toda la preocupación que todos debieron haber pasado, ira por lo que el maldito ese me había hecho, y culpa por como Sebastián podría verme de ahora en adelante.

Una enfermera entró y al verme sus ojos se abrieron de par en par.

- Gracias a Dios despertaste – dijo para luego salir de allí como alma que lleva el diablo.

Lo que encontré en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora