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Durante la semana siguiente, Becca vino a visitarme cada día.
Le estaba inmensamente agradecida por todo lo que estaba haciendo. Cumplía a la perfección con su promesa de ayudarme con mi bebé.

Ayer, fuimos juntas al hospital para hacerme el test de sangre. 
Y claro está que confirmó lo obvio. Estaba embarazada de un mes. 

No sé por qué, pero la situación desató una tormenta de caos dentro de mí.

Como siempre, le echaría la culpa a las hormonas.

Lloré unas cuantas horas abrazada a mi mejor amiga, mientras los miles de escenarios sobre el futuro bombardeaban mi mente. 

Finalmente, decidí que debía hacerme fuerte. Iba a traer una hermosa vida al mundo y estaba dispuesta a hacer lo imposible para que sea feliz. 

Procuré intentar no pensar más en Nick, porque cada vez que recordaba sus hermosos ojos se me hacía un nudo en la garganta.

Me pregunté si el bebé sería igual a él. ¿Tendría su sonrisa? ¿Sería tan alegre como su padre?

Joder, qué perfección.



Esa misma tarde también hablamos sobre que debía buscar un empleo. 

Lamentablemente todavía me quedaban materias por rendir, pero no podría recibirme. 

A pesar de que tenía los ahorros que mis padres me habían dejado para estudiar, no contaba con el dinero suficiente para costear todos los gastos que implicaba tener un bebé.

Aunque me doliera, debía posponer la graduación.

Así que durante un largo rato buscamos opciones de trabajo. 
Algo simple, que no implicara tanto esfuerzo para una embarazada

Decidí llamar a varios sitios que cumplían con los requisitos y finalmente conseguí un puesto en una casa de ropa, como vendedora en el local.

Bien. No era el sueño de mi vida, pero no me iba a quejar. 
Era un sueldo digno, suficiente para mi y mi bebé, y un trabajo relativamente sencillo.

Para ser sincera se me había cruzado muchas veces por la cabeza hablar con Nick. 
Saber la verdad era su derecho.

Y sí, estaba pésimo lo que estaba haciendo.

Me pregunté cómo sería mi vida si en ese momento estuviera con él. ¿Podría recibirme de psicóloga? ¿Tendría que trabajar?

Él tenía dinero de sobra, pero no lo quería para mí. Mi disyuntiva era si nuestro hijo merecía una mejor calidad de vida que la que yo le podía ofrecer…

Mierda, era todo tan difícil. 






Mi celular comenzó a vibrar y giré mi rostro hacia él.

Suspiré.

No era Nick. 

Joder nunca perdía las esperanzas de que fuera. 

Malditas hormonas.

Vi que era un mensaje de Becca, y lo abrí:

-¿Paso por tu casa en un rato? Tengo que contarte de anoche- 

Con una sonrisa tecleé un enorme SIIII.

Mi amiga había ido a una fiesta con Salvador, como su acompañante.
Según ella, no le había dado otra opción.

Jaaaaaa.

Esos dos. Era cuestión de tiempo hasta que se enamoraran perdidamente. 


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Luz y OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora