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Media hora más tarde, aparqué frente a casa. Bajé y, como solía hacer últimamente, acaricié mi panza mientras caminaba hacia la puerta susurrando una canción.

Sin embargo, algo me obligó a bajarla con rapidez. 

Mejor dicho, alguien…

-Nick…- murmuré. 

Al verme, se puso de pie y se acercó a mí.

Estaba sentado en la entrada de mi hogar, como aquella noche de tormenta…

-Temí que vinieras acompañada- soltó y fruncí el ceño.

¿De qué hablaba?

Oh… Maldito Salvador. Le había dicho sobre John. 

-¿A qué viniste?- ignoré su comentario.

-Necesitaba verte-

Dios mío, yo también. 

Algo en mi vientre se removió y me pregunté si podría ser nuestro bebé.

El corazón se me aceleró. 

No sabía cuánto lo había extrañado hasta que ahora estaba frente a mí después de más de un mes sin vernos.

No supe qué decir. Simplemente lo observé.

Él sonrió, y sentí mi cuerpo temblar.

-Sigues igual de hermosa que siempre…-

Joder, no podía con esto.

Tenía al padre de mi hijo frente a mí, diciendo todas las palabras que deseaba oír. Había pasado el tiempo y en verdad no me había olvidado. Nada parecía haber cambiado entre nosotros. La química que sentía a su lado estaba allí, intacta, como si nunca se hubiera apagado. 

De pronto sentí que mi presión bajaba y las piernas se aflojaban. 

Nick me sostuvo y rápidamente me incorporé.

-¿Estás bien?- murmuró mientras me miraba preocupado.

Maldición, no ahora.

A veces me bajaba la presión, pero era por el embarazo.

¿Acaso era ésta una señal de que el momento de hablar había llegado?

-Chiara- insistió.

Lo observé a sus preciosos ojos y lo supe. Tenía que decírselo.

-Vamos adentro- ordené.

Con cuidado me acompañó hasta asegurarse de que estuviera sentada en el sillón. Parecía estar confundido por lo que me estaba pasando.

Pobre, si supiera…

-¿Quieres que vayamos al hospital?- sugirió mientras se acomodaba a mi lado.

Bueno, el momento estaba aquí.

Tomé una bocanada de aire.

-Tengo que decirte algo- murmuré

Nick frunció su ceño. Estaba segura de que nada de lo que se cruzara por su mente sería correcto. 

Mi pulso se aceleró. ¿Cómo reaccionaría?

¿Me odiaría por ocultárselo este tiempo? ¿Querría hacerse cargo?

-Me estás asustando…- dijo con su voz suave y colocó su mano sobre la mía.

Me quedé observando ese simple gesto. 

Su mano era grande, se notaban las venas y su piel algo seca. 

Luz y OscuridadWhere stories live. Discover now