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❝CONFESIONES Y UNA NOCHE LARGA❞
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Con un ahogado jadeo y un sobresalto, despertó con el corazón galopante. Por un par de segundos estuvo desorientado, pero luego descubrió sin alivio ni amargura que se encontraba justo donde se había dormido.
En aquel lugar, al que pertenecía desde hace años. Reconoció la estructura, la luz que se filtraba por las rasgaduras de las paredes y el silencio sepulcral que inundaba ese pequeño espacio. No podía distinguir las cosas a su alrededor, su cabeza dolía y apenas podía mantener sus ojos abiertos. Su cuerpo dolía y ardía como el infierno.
Intento reincorporarse en la cama, pero el peso sobre sus piernas y la mitad de su torso se lo impedía. Miró hacia abajo, alzó ambas cejas al ver esos rulos negros desordenados sobre su cuerpo. Sabía perfectamente a quien le pertenecían. Movió una de sus manos hasta agarrar uno de los rulos entre sus dedos, tirando suavemente de el.
Hiromi estaba durmiendo, podía escuchar su respiración tranquila mientras que todo su cuerpo estaba descansando sobre el suyo. Se permitió hundir sus dedos en el cabello de ella, sintiendo un cosquilleo inmediato cuando sus finos rulos tocaron su piel. Ahora no estaba cubierta de sangre como la última vez, su cabello olía a coco y almendras.
Puso uno de sus brazos detrás de su cabeza mientras que el otro permanecía en el cabello de Hiromi. Miró el techo de aquella habitación, recordando lo que había pasado antes de terminar aquí, de nuevo.
Sinceramente no recordaba nada. Es más ni siquiera sabía como pudo terminar aquí, lo único que llegaba a recordar era la sensación dolorosa que recorrió todo su cuerpo en ese momento, la sensación de que su piel se quemaba como si estuviera en el mismo infierno y las punzadas en la nuca que lo dejaban aturdido.
Cerro sus ojos un momento. Todo esto le parecía un fastidio. Si tan solo pudiera...
—¿Roan?
La suave y adormilada voz de Hiromi lo sobresaltó. Quito su mano del cabello de ella y la puso detrás de su cabeza. Y con una sonrisa asomándose en su rostro dijo;
