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Hoy es un día normal. Bueno, es el primer día de clase en la universidad, el inicio en el estudio de mi tan deseado máster, pero es un día normal al fin y al cabo.

Como siempre, me despierto a las ocho en punto cuando suena mi alarma y camino hasta la cocina de mi pequeño apartamento para servirme un bol de Lucky Charms. Me doy una ducha rápida y escojo lo primero que veo en el armario, sin pensar demasiado en si las prendas pegan unas con otras. Mi rutinario ritual tiene como banda sonora a BTS, mi única esperanza de vivir una vida que no sea exactamente igual cada día.

Cuando el reloj marca las ocho y media, alzo la cabeza como un suricato y levanto el índice, a la espera. Apenas pasan tres segundos antes de que mi timbre resuene por el pequeño salón, haciendo que una sonrisa irónica emerja en mi rostro.

No me malinterpretéis, me gusta la normalidad. La rutina es como una suave manta en las frías noches de invierno: caliente y segura para poder refugiarte cada vez que desees. No me gustan las sorpresas ni los sobresaltos, más bien la calma y paz. No cambiaría mi vida por nada, jamás..., la mayor parte del tiempo. A veces me planteo cómo sería mi vida si fuese alguien menos normal, ideas que nacen mayoritariamente por una persona: Olivia.

—Hola, Liv —saludo con una pequeña sonrisa a la mujer que me espera tras la puerta.

—¡Tía, tía, tía! ¡¿Por qué no tienes puesto This is the Tea?!

Mi despampanante mejor amiga entra en mi piso como un huracán, prácticamente saltando por encima del sofá mientras se abalanza sobre el mando del televisor. No puedo evitar poner los ojos en blanco y soltar un bufido ante su particular forma de saludar a la cual ya estoy más que acostumbrada.

Olivia Fox lleva siendo mi mejor amiga desde que llevábamos pañales. Hemos sido uña y carne desde bebés, siempre juntas en todo lo que hacíamos. Veinticinco años después, nuestra relación sigue siendo exactamente la misma, aunque nosotras hemos cambiado radicalmente. Mejor dicho, Olivia ha cambiado y yo me he limitado a ser una versión adulta de mí misma. Ahora, mi mejor amiga es una rubia despampanante de metro setenta y ocho que parte cuellos a su paso y yo soy ese bulto uniforme que camina siempre a su lado sin pena ni gloria. Es por ella por lo que a veces, solo a veces, me pregunto cómo se sentiría ser el centro de atención por una vez en lugar de ser el accesorio en el que nadie se fija.

¡Devuélveme mi cuerpo!Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz