Grace Everly sabe cuál es la palabra perfecta que podría definirle: normal. Familia normal, mejor amiga normal, crush normal... Lo único inusual en ella es su brillante trayectoria académica como estudiante de literatura en Berkeley. Olivia, su mejo...
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—Tyler, esto no es lo que parece, te lo juro.
Las palabras de Axel son lo primero que se escucha tras el shock inicial y los incrédulos ojos de su mejor amigo se centran en él como dos dagas, demostrando así que si las miradas matasen, él ya estaría enterrado a seis metros bajo tierra.
Lo que Tyler evidentemente no sabe, sin embargo, es que la chica desconocida a la que está escudriñando no es la amante de su querido amigo, que ni siquiera es una chica, de hecho. La realidad es que su amigo está ahora en el interior de ese cuerpecito y no en el que se encuentra pobremente oculto tras un ficus.
Sí, un ficus.
—¡¿Y tú quién coño eres para tratarme por mi nombre, pedazo de... de... pelandrusca?! —exclama y veo en su respuesta que está haciendo todo lo posible por no insultar a la chica que tiene ante él recurriendo de forma peyorativa a su género. Al mirar de nuevo, la chispa de reconocimiento brilla en sus ojos y deja escapar un grito ahogado—. ¡Ah, ya sé quién eres! ¡Eres la del programa de hoy, la que se ha puesto colorada con ese jueguecito! ¡Que tú vas de mosquita muerta, de que no eres fan de Axel, pero mira dónde estás!
—Tyler, por favor, cálmate un poco y escúchame un...
—¡Y tú! ¡Sal de ahí, cobarde! —brama, interrumpiendo a su amigo para señalarme a mí, que sigo paralizada tras la planta—. ¡Tú tienes mucha más culpa que ella, pedazo de mentecato! ¡Que igual tu novia me cae como una patada en el culo, pero sigues debiéndole un respeto, sobre todo cuando se supone que la quieres tanto!
La interpelación sirve de empujón para que yo finalmente reaccione y, respirando hondo varias veces, salgo de mi escondite para quedarme de pie junto a Axel. Solo he tenido una conversación en toda mi vida con Tyler y ni siquiera recuerdo lo que dije por boca de Axel, por lo que el nerviosismo de la situación no tarda en hacer mella en mí aún más si cabe. Siento que estoy dejando a Axel solo al pie de los caballos y que debería intervenir, por mucho que esté a punto de desmayarme.
—Deja que te expliquemos la situación, Tyler, que no es en absoluto lo que crees que es —balbuceo, alzando las manos ante mi cuerpo en ademan conciliador—. Él... Bueno, yo no le estoy poniendo los cuernos a nadie. Ni siquiera estamos liados, solo somos amigos.
