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Los cristales tintados de mi Aston Martin apenas pueden frenar la fuerte luz de los flashes que se disparan en nuestra dirección

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Los cristales tintados de mi Aston Martin apenas pueden frenar la fuerte luz de los flashes que se disparan en nuestra dirección. Dentro del coche hay silencio, pero la algarabía de fuera se puede escuchar como si los paparazzi estuvieran en el interior con nosotros.

—Joder, ¡cómo echaba de menos mi querida Los Ángeles! —exclamo con una amplia sonrisa mientras el chófer avanza con lentitud para abrirse camino entre los fotógrafos y fans que se aglomeran a la entrada del club—. Os he echado de menos, tío. La verdad es que estar solo por Europa es un puto coñazo.

—Lo mismo te digo, chaval. Las fiestas no son lo mismo sin ti y terminar un concierto sin ver tu cara de mierda en primera fila no es lo mismo.

Las palabras de Tyler me hacen reír y alargo la malo para chocarla con la suya, dándole un abrazo improvisado. Tyler y yo llevamos siendo mejores amigos desde que ambos alcanzamos la fama harán ya unos quince años. Ambos empezamos en el mismo canal de series y entretenimiento para niños, aunque en campos completamente distintos. Mientras él se dedicaba a la música, yo supe desde el principio que mi pasión era el cine. Gracias a Dios ninguno siguió en esa cadena durante mucho tiempo y conseguimos que nuestras carreras prosperasen en un ámbito mucho más maduro con mejores oportunidades para ambos. Ahora él es uno de los mejores raperos de la escena mientras que yo soy el actor de mi generación más cotizado de Hollywood.

—Vaya, te habrán dejado creer que habías hecho un concierto increíble sin estar yo ahí para decirte lo realmente pésimo que fue, ¿no? —bromeo, recibiendo un puñetazo amistoso en el brazo por su parte.

—¿Y tú en París? Seguro que las francesas habrán pensado que los americanos somos jodidamente feos después de tenerte a ti como única referencia.

–A ver, después de enseñarles una foto tuya, comprendieron que yo era de lo mejorcito del país. Es más, quedaron convencidas de que era el hombre más guapo del universo.

Ambos rompemos a reír y a empujarnos en el asiento trasero del coche, que pronto frena por completo. A mi izquierda, entre las decenas de cabezas que cubren la ventana del coche, consigo ver la puerta al club Omnia, uno de los mejores en la ciudad de Los Ángeles y nuestro destino de esta noche. No es de extrañar que el lujoso club esté lleno a rebosar de gente, ya que el propietario, Ace Hale, es el mejor a la hora de llevar este tipo de negocios. Hemos charlado alguna vez y no me extraña que tenga tanto éxito dado lo carismático que es.

¡Devuélveme mi cuerpo!Where stories live. Discover now