"𝗘𝗹 𝗽𝗮𝘀𝗮𝗱𝗼 𝗻𝗼𝘀 𝗽𝗲𝗿𝘀𝗶𝗴𝘂𝗲 𝘆 𝗹𝗮 𝘁𝗿𝗶𝘀𝘁𝗲𝘇𝗮 𝗻𝗼𝘀 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗮."
Milán había vivido los últimos años de su vida bajo el apellido de un monstruo, que le destruyó la vida a ella y a su hermano.
¿Mudarse a un pueblo?
No parec...
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A la mañana siguiente, se levantó más temprano de lo habitual. Aún en su mente, rondaba lo ocurrido la noche anterior, pero no iba a dejar que tales pensamientos la mortificaran de nuevo. No.
Por primera vez, desde que había llegado al pueblo, decidió colocarse uno de los pocos vestidos que poseía y, debajo, un short con una camiseta. Tomó una mochila en donde guardó algunas cosas de utilidad antes de empezar a cepillar su cabello.
Aún sentía extraño el ambiente al saber que Cindy no volvería. Sabía que debía sentirse mal por su hermano, pero no podía. Sentía todo lo contrario. Sentía un alivio.
Quería que Daniel fuera feliz, pero con Cindy era todo lo contrario.
Bajó de dos en dos las escaleras para dirigirse a la cocina. Sacó del refrigerador el jugo de naranja y dos rebanadas de pizza que puso a calentar. Observó, por un segundo, el cereal de chocolate encima de la mesa y no pudo evitar hacer una mueca de asco. Odiaba ese cereal con todo su ser. Supuso que Cindy lo había comprado, por lo que lo tomó para lanzarlo a la basura.
Una vez todo estuvo listo, se sentó a desayunar.
―Honestamente me sorprende encontrarte despierta ―la voz adormilada de su hermano la hizo sonreír.
Elevó el rostro un segundo para mirarlo, recostado en el marco de la entrada de la cocina.
―Iré con Ben y unos nuevos amigos a nadar a la cantera, ¿no hay problema?
―¿Son de confianza?
―Ally dice que sí, uno es su vecino ―contó, sin poder evitar notar el cambio en el rostro de su hermano―. ¿Todo bien?
―Sí, solo cuídate ―respondió Daniel, intentando que su hermana no notara la incomodad en su rostro.
Aún las palabras de Ally rondaban en su mente. Ella era su amiga y él la había cagado al besarla.
Milán observó a su hermano sumirse en sus pensamientos. Sabía que él tenía mucho qué pensar y procesar, por lo que en silencio, luego de lavar su vaso y plato, abandonó el lugar.
No tardó mucho en divisar a Bill, pedaleando en su dirección. No pudo evitar que una pequeña sonrisa abarcará su rostro. Ajustó más el agarre de la mochila sobre su hombro y espero que, Bill llegará a su lado.
―Ho...hola ―saludó el adolescente con una tímida sonrisa.
―Hola.
―Te...te ves muy bo...bonita ―sin poderlo evitar ambos se sonrojaron; él por decirlo y ella por escucharlo―, bu...bueno siempre te ves bo...bonita.
Milán para este punto sentía que su rostro podría hacerle competencia a un tomate.
―Gracias ―susurró apenada.
―¿Nos va...vamos? ―preguntó sin poder apartar la vista de Milán.
Milán asintió. Se acercó a Bill para tomar asiento en la bicicleta y, así por fin, poder partir a la cantera. Permanecieron en silencio; Bill concentrado en el camino y, a su vez, buscando que decir, y ella observando el paisaje.