🎈𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟭🎈

1.2K 161 84
                                    

Todos se encontraban caminando con sus bicicletas a rastras

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Todos se encontraban caminando con sus bicicletas a rastras. Milán llevaba su patineta en su mano, mientras que la otra iba enlazada con la de Bill, a sus amigos parecía poco importarles.

Tal vez ellos ya sabían ―lo que ambos― apenas estaban descubriendo.

Luego de que ellos le ayudaran a Beverly, y se cercioraran de que ella se encontraba mejor, habían decidido caminar un poco por el pueblo. Ninguno deseaba volver a casa pronto y Milán pudo notar el rostro pensativo de todos.

¿No podían volverse locos todos? ¿O sí?

Ninguno parecía encontrarle lógica a lo sucedido con Beverly en su casa.

Un baño completamente lleno de sangre... su padre. No.

Negó repetidas veces intentando alejar aquellos pensamientos. No. Él estaba muerto. Él no...

―¿Estás bien? ―la voz preocupada de Bill la hizo escapar de la pesadilla que estaba empezando a formarse en su mente.

Observó a sus amigos, ninguno parecía haberse dado cuenta de su acción, todos observaban a Richie y su andar en bicicleta, para su suerte.

―Sí, tranquilo ―murmuró girando el rostro para observarlo.

Bill le regaló una pequeña sonrisa que ella no dudó en corresponder.

Tal vez, sí estaba empezando a enamorarse y, para su fortuna, era correspondido.

―No me encanta ser su portero privado ―se quejó Richie dando vueltas con su bicicleta alrededor de ellos― ¿Qué no se podían tardar más?

―Oh, cierra la boca Richie ―exclamó Eddie molesto.

―Sí, ya cállate, Richie ―apoyó Stanley.

Milán observó a Ben y ambos soltaron una pequeña risa.

―Oh, sigan callándome. Entiendo. ¡Yo no fui el que limpió el baño imaginado, que su lavabo pasó por la vagina de la mamá de Eddie en Hallowen!

Beverly, Ben y Milán no pudieron evitar hacer una mueca de asco.

―Eres un asqueroso, Richie ―habló asqueada.

―Y eso no es lo peor que ha dicho ―le contó Stan.

No le sorprendió, Milán había descubierto de sobra, el extraño sentido de humor del de lentes. Aunque, aun no lograba descifrar, qué lo había llevado a enamorarse de Eddie.

Los opuestos se atraen, pensó.

―No lo imagino ―soltó de pronto Bill―, yo... yo también vi algo ―confesó haciendo que todos se detuvieran a mirarlo, incluida ella.

―¿Viste sangre? ―un asustado Stanley preguntó.

―Sangre no ―la seriedad en su voz hacía que supieran que no estaba mintiendo―, yo vi a... a Ge... Geor... Georgie.

𝗘𝗩𝗜𝗧𝗘𝗥𝗡𝗢 | 𝗕𝗶𝗹𝗹 𝗗𝗲𝗻𝗯𝗿𝗼𝘂𝗴𝗵 ✔Where stories live. Discover now