「✦」Tercera tormenta (Tierra de Uz)

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Serie de encuentros entre Aziraphale y Crowley durante los tiempos antiguos bíblicos, en los que se descubren disfrutando de su peculiar amistad y experimentando los primeros de sus acercamientos físicos a lo largo del tiempo」


¡ REFERENCIAS A LOS ESCENARIOS DE LA SEGUNDA TEMPORADA, SPOILERS MÁS ADELANTE!

Continúe bajo su propia responsabilidad.

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[Contenidos: Referencia a lo acontecido en el cap. 2 de la temp. 2; insinuaciones con comida, smut, oral; top Crowley, bottom Aziraphale]

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" Tercera tormenta: en la Tierra de Uz"

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" Tercera tormenta: en la Tierra de Uz"

Cuando la lluvia designada por Dios para acabar con las posesiones de Job se dió, el exterior tronó con imperioso rugido; y Aziraphale y Crowley se decantaron por ponerse cómodos en aquella cálida estancia. Hacía un rato que charlaban livianamente sobre cuestiones varias; entre ellas, la ambigüedad de sus opiniones. Mientras tanto, el ángel saboreaba la jugosa comida humana por primera vez, de la mano de aquel costillar de buey; y el demonio se relajaba sobre algunos blandos sacos para tomar una copa de vino.

Crowley, en su nueva apariencia de Bildad el Suhita, torció la boca al dar otro trago, por el amargo regusto que le había dejado la conversación. Era obvio que estaba sólo; pero tampoco es como si fuese a admitirlo a los cuatro vientos.

— Así empecé yo— comentó con cierta satisfacción al confirmar las dudas de Aziraphale, de las que ya tenía certeza hacía tiempo; y alzó el recipiente a modo de brindis— Nos vemos en el Infierno.

Aziraphale miró de reojo a Crowley unos segundos para luego seguir devorando aquel costillar entre sus manos. Había sembrado la duda en él; la duda a Dios. Y no era la primera vez, pero si, la vez en la que el ángel fue más consciente de ello.

Simplemente comía, y bebía de aquella copa cediendo a la idea de que caería en los infiernos finalmente. Había pecado un millar de veces desde hacia siglos; pero haber tentado a su cuerpo a la gula, y entregarse a ello por completo debía de ser el culmen a sus actos.

— No tiene gracia, Crowley. — sentenció tras unos minutos de silencio.

El pelirrojo bufó, hundiéndose más en la comodidad de su posición.

— Sí que la tiene. Mucha, de hecho.

Su mirada dorada no pasó por alto la forma en que Aziraphale devoraba aquella carne, que se deshilachaba suculentamente entre sus dientes. Crowley se esforzó por no mirarle con demasiado descaro, con la nariz tras la copa; sin embargo, los gruñidos de deleite que aquel dejaba salir en su saboreo, entre los jugosos sonidos del alimento, le hacían sentir la boca seca.

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