59. UNA CUCHARA DE ORO EN LA BOCA

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Santa Biblia Reina Valera 1960 - 1 Corintios 6
10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.




—pero que diab...—se callo J3 al ver el silencio sepulcral que se formó.

Yo por instinto volteé a ver hacia la entrada, él hizo lo mismo.

Eran los J5 que entraban, exceptuando a Deimond, los cuales al verme se dirigieron rápidamente hacia mi.

—miren como está loca —comenzo a quejarse J3 —me echó la...

—disculpate con ella —lo interrumpió J1.

—¡Que! —exclama J3 con incredulidad.

Hasta mi me es difícil de creer lo que J1 está diciendo.

—dije que te disculpes con ella —hablo J1, está vez más fuerte.

J3 negó con la cabeza indignado mientras que se limpiaba con una servilleta, los restos de ensalada que tenía en su cara.

—no puedo creer que por una...

—¡Dije que te disculpes! —esta vez J1 lo gritó. —de lo contrario le comunicaré este pequeño incidente a Deimond y no me opondré si te parte la cara.

Pude ver cierto temor en el rostro de J3 al escuchar ello, luego me miró fijamente de pies a cabeza con desprecio.

—usp, perdón —dijo.

Lo miré con rabia al ver que ese perdón era tan falso como él, me acerque a otra de las mesas, tomé un jugo sin permiso y se lo eche en la cara.

—¡Oyeee! —grita indignado.

Comienza a decir otras cosas, pero yo no le prestó atención, si no que salgo lo más rápido posible de la cafetería, en medio de él silencio y asombro de muchos.

Entro al baño y me quedo mirando por unos segundos en el espejo.

—¿Hasta cuando podré seguir soportando esto? —me pregunto —¿Hasta cuando?.

No puedo más y comienzo a derrumbarme.

Lágrimas en abundancia salen de mis ojos.

No entiendo que les he hecho para que me odien tanto, para que siempre busquen hacerme la vida cuadritos.

Hoy por ejemplo, solo quería comer en la cafetería en paz, pero justo tenía que aparecer J3 con sus bromitas.

«Lo odio tanto, odio esa cara bonita que tiene».

«Ojalá que esa ensalada y jugó, le dañen esa cara».

«Ojalá lo deformen».

Sigo llorando al ver que mis deseos son ilógicos, eso jamás pasará, siempre a esos niñatos ricos, la vida les sonríe por el hecho de tener plata hasta para tirar para arriba.

Abro la llave y comienzo a lavarme el rostro, también echo agua en mi cabello tratando de limpiar el jugo, pero es todo es un caos.

Intento limpiar la camisa, pero está por ser blanca, lo único que hace es volverse trasparente, lo más triste es que ni siquiera traje un saco para cubrirme.

Le doy un golpe al lavamanos y sigo llorando.

«¿Por qué, por qué, por qué?».

Se oyen pasos entrando, pero yo no les presto atención.

Me da igual que me vean llorando, sé que eso es lo que ellos siempre han querido.

—¿Estas bien? —escucho la voz de Jason.

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