86. SOLDADO AVISADO, NO MUERE EN GUERRA.

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Santa Biblia Reina Valera 1960 - Proverbios 23
31 No mires al vino cuando rojea,
Cuando resplandece su color en la copa.
Se entra suavemente;
32 Mas al fin como serpiente morderá,
Y como áspid dará dolor.


Horas después.

Mientras unos duermen en la comodidad de su cama, otros pasan un rato agradable con sus amigos, e incluso otros...

¡Ah! ¿Qué se yo?.

Hacen un sinnúmero de cosas.

Yo mientras tanto me desahogo tomando licor y mirando mi triste realidad.

Mientras me sirvo una copa más en el bar que supongo Duncan alquiló solo para mí, porque no veo a otro mortal excepto el braman, pienso en las palabras que mi padre me dijo, las cuales se clavaron como cuchillos en mi corazón y siento que me hieren.

A pesar de mostrarme una chica ruda por fuera, en realidad por dentro soy muy sensible, aunque no quiera reconocerlo.

Después de que corrí a esconderme a los baños, Deimond me siguió hasta ahí, estuve a punto de salir, de no ser por Jak que me envió un mensaje avisándome que Deimond me estaba esperando fuera.

No sé si fue que me reconoció o que diablos pasó, lo que si sé es que estuve a punto de verme con él cara a cara.

Espere a que se fuera, pero no lo hizo.

En mi corazón estaba la angustia de que quisiera ir a abrir la puerta o incluso la forcejeara.

Gracias a Dios él que la abrió fue mi padre.

—¿En qué diablos estabas pensando? —me pregunta molesto en voz baja —¿Es que acaso olvidaste que los J5 también iban a estar aquí?

—yo solo quería ver a mi hermana —respondí clavando mi mirada al suelo.

Él suspiro con impaciencia.

—Nina —dice tratando de mantener la calma —solo te digo una cosa, si Deimond te llega a encontrar, tu vida será un infierno, y está vez no será Jak el causante, me encargaré yo personalmente de ello.

No fui capaz de mirarlo, solo sentí mi cuerpo estremecerse.

Mi padre acababa de amenazarme y yo mejor que nadie sabía que esas palabras no eran solo palabras vacías.

Ya que él lo que dice, lo cumple.

Quería llorar, pero me aguante las ganas.

—¿Me entiendes? —preguntó estrujandome el brazo.

Yo asentí.

—y no te olvides de que tienes una hija y ella se puede llevar la peor parte.

Eso sí que dolió más que nada en el mundo.

Levantó mi mirada hacia él y lo miro de manera suplicante.

—mi hija no, por favor —le ruego con la voz quebrada.

A veces lo desconozco.

«Por mi hija estoy dispuesta a hacer lo que sea, con tal de que no le hagan daño».

—soldado avisado no muere en guerra —contesta.

Al recordar todo lo que me dijo en tiempo record, siento dolor en mi alma.

Yo no quiero que mi pequeña pague por mis errores.

Para mi Elizabeth es la hija que mi padre hizo matar en mi vientre hace algunos años atrás.

No quiero ni imaginar lo que le haría a mi pequeña ahora.

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