✿ Licor de Frutos Rojos 🍒🍓

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El carro de mi hermana es pequeño, tanto que sólo puede almacenar a dos personas dentro y eso sí son delgadas. Tiene un chistoso color anaranjado, asientos de tela descosidos y extrañamente huele a león. De todas formas, Mark parecía encantado, subía y bajaba las ventanas como un niño de cinco años y me veía con tanta admiración cada vez que colocaba mis manos sobre el volante.

Sí no hubiera volteado en el instante adecuado podría haberme perdido el momento en el que movió sus labios con sutileza susurrando: "tan musculoso". Mis mejillas se colorearon. El camino a la huerta era tan largo que partimos desde las cinco de la mañana, cuando el cielo aún era púrpura, para llegar a la hora adecuada, antes de que él sol recayera en su máximo punto y quemará nuestras pieles.

Mark se tomó la cosa muy seria. Llevaba un overol de mezclilla desgastado con hebillas plateadas, abajo una camisa blanca que hacía sus facciones lucir más suaves y con un sombrero de paja, estereotípico de granjeros, tapaba su cabellera azul deslumbrante. Se veía tan lindo con todo el conjunto, comprendí en su totalidad, las felicitaciones que mis amigos me dieron al conocerlo, era como salir a pasear con una superestrella.

En la parada desayunamos café con tanta azúcar y crema, como nos gustaba a ambos y él partía pedazos de pan y los dejaba en mí boca, acercándose más. Yo me paralizaba con cada roce que hacían las pieles de nuestros brazos descubiertos.

Y al llegar hubo paz entre los dos. Él hombre que nos daba indicaciones sobre cómo replantar los árboles fue específico y nos dejó sin ninguna duda. Entonces, con el grupo que nos acompañaba, nos extendieron picos, palas y pequeñas macetas con las plantitas.

Caminamos con esfuerzo, llegando a nuestro objetivo y él se arrodilló, sin hesitar ni un segundo, sobre la tierra humedecida. La sentía resbalar entre sus dedos mientras reía.

La mujer que nos lideraba dio otro par de indicaciones y colocandonos en hilera es que empezamos con la tarea. Desde el inicio, los pares de personas que iban juntas conversaban, se reían entre ellas y mostraban detalles encontrados entre sus labores. Y noté algo tenso a Mark, con el pizarrón lejos y la pantalla del teléfono inusable debido a la masuda tierra que cubría nuestros dedos no había forma de que le mostrará lo que tenía en mente. Él inquieto volteaba a cada momento hacía mí y con una sonrisa intenté asegurarle que no había problema.

Igual, vociferaba cosas en voz alta de las que estaba seguro, yo entendería. Como cuando encontró un pequeño gusano entre el pasto o expresó lo suaves que se sentían las hojas del árbol al tacto de los dedos. Terminamos plantando unos 20 árboles con un aspecto adorable.

Rápidamente nos cambiamos de locación, cargando cubetas con nuestros instrumentos. En las partes más bruscas tomé su mano con fuerza, evitando que resbalará y él hizo lo mismo, colocando su palma en mis hombros.

Entre vistazo y vistazo a sus labios que hoy lucían particularmente rosados, noté que cantaba. No sólo eso, sino que ladeaba la cabeza haciendo ritmos en su mente satisfecho, encogiendo los ojos y extendiendo el cuello hacía atrás.

"¿Cantas?"

Él entiendo. "Si. Adoro cantar". Contestó con docilidad.

El día se fue en un santiamén y pese a que la mayoría del tiempo estuvimos callados, sentí como si todo fue aprovechado por ambos, prestando atención a sus movimientos es que fuí anotando mentalmente costumbres o manías que él tenía.

Como rascar sus uñas y frotar las unas con las otras o inhalar el aroma fresco y deleitoso de la tierra mojada. Entre las caminatas dio un toque suave en mi hombro y masculló: "Respira con fuerza, es aire limpio y puro". Su pecho subía y bajaba sobre la tela de ese overol de mezclilla y su nariz se expandía, donde el piercing en ella rebotaba con gracia.

Signos (𝕐𝕦𝕄𝕒𝕣𝕜) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora