♡ Charla de Almohada ♡

25 5 0
                                    


»»--> Mark


Cuando cumplí 16 y decidí hacerle saber a mamá que soy gay, no lo tomó tan "mal" a diferencia de mi padre, que tosió algo incómodo y procedió a ignorar el tema cada vez que alguien lo sacaba a luz. En cambió, mí madre solo aplicó la misma regla que a mí hermana Sandy en nuestra adolescencia: "sin chicos en tu habitación". Y era un poco inservible, ya que en mis 24 años de vida, solo han llegado a pisarla un par de chicos.

Si para alguien como yo era difícil conseguir amigos, ni hablar de un novio. Claro que hubieron varios chicos que me hicieron suspirar pesadamente y contemplar la nada como baboso, pero muy pocos de estos romances se llegaron a concretar.

Ahora sólo me vienen en mente dos en específico. Donghyuck, de la preparatoria que básicamente es mi primer amor. Un muchacho de tez morena y ojos negros tan profundos que en ese entonces podría pasar mirando por horas. Nos conocimos por una deliciosa coincidencia en la cafetería y desde el inicio él puso una cantidad excesiva de atención sobre mí, tan inusitada al ser la primera que obviamente me traía loco. No podía dejar de hablar de él, incluso cuando en un punto era tan fastidioso para todos a mí alrededor y siempre que lo veía recorrer los pasillos alargados pasando una mano por las paredes cerraba mis párpados con fuerza, como temiendo que sí al abrirlos él desaparecería. Ahora lo recuerdo todo como un sueño, pero en ese entonces los momentos que pasamos juntos eran tan claros que podría ver a través de ellos al igual que un espejo mostrando nuestro amor.

Pisó mí cuarto una tarde lluviosa en la que mamá fue a visitar a mí tía y Sandy estaba en la casa de su amiga. El aire era tenso entre los dos, tanto que podría cortarse con unas tijeras pero dejamos que las cosas fueran increíblemente rápidas. Sin darme cuenta, estábamos recostados lado a lado en mí pequeña cama, compartiendo besos tiernos con su mirada apacible en lugares de mi cuerpo que no le había mostrado a nadie nunca. Su forma de querer era tan peculiar que no podría describirla, ya que evocaba una ternura tan encendida en mí que ni yo mismo sabía que existía.

La otra persona es Lucas, prácticamente reciente, pues ocurrió hace dos años. Es un hombre extravagante y alto. Aún lo veo de vez en cuando, ya que nos conocimos en el Teatro. Desde el principio fue divertido pasar horas y horas con él solo riéndonos, escondidos entre la oscuridad de las telas y evitando las cámaras nos besamos por primera vez furtivamente, ocultos del resto del mundo.

Pese a la cantidad enorme de cariño que tenía hacia Lucas, nunca funcionó entre nosotros. Nuestra relación era más amistosa que romántica, fue un noviazgo largo por lo que me fue imposible no extrañarlo al menos un poco, a su término.

Conoció a mis padres y hermana y pasaba todas las tarde por mí para que fuéramos al trabajo, en las veladas largas notaba que mi sueño estaba inquieto, así que hacía todo lo posible para animarme, cantando y bailando conmigo en la oscuridad.

Después de nuestra separación, por un tiempo pasé a sentirme aún más impotente, con el miedo de que todo mi mundo era descontrolado y nadie más que yo lo notaba. La rutina era diaria, de la casa a la escuela y el trabajo, jugar, leer o ver televisión solo y en momentos preciados con mi madre y hermana, extrañar a mi padre y nada más.

Pero ahora aquí estamos. A tres pasos del ropero en donde guardo libros y videojuegos, la DVD que usó para reproducir películas cuando me halló abrumado, y la fragancia dulce y melosa de las velas aromáticas que mí madre prende justo antes de dormir. Yuta había visto mí cuarto antes, cuando pasábamos ratos conversando con avidez, pero nunca con esta clase de cercanía, claro está, en la que puedo sentir mis dedos resbalar por su abdomen y perderse en la piel de su espalda, al igual que sus pies rozando mis piernas y su cabello largo y oscuro sobre mí almohada.

Signos (𝕐𝕦𝕄𝕒𝕣𝕜) Where stories live. Discover now