2 | «Recuerdo tu sonrisa»

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Me vuelvo a acostar en la cama pasando un brazo por debajo de mi cuello y niego con la cabeza. Sé que un sinónimo de que Dak toque con nosotros en Los Ángeles es problemas, pero ella quiere hacerlo y yo no soy nadie para detenerla; sé que nada que diga va a hacerla cambiar de opinión porque así es Dak, toma una decisión y se aferra a ella a muerte.

—No podía interponerme en el sueño de todos ustedes, es lo que han querido toda la vida y yo no podía arrebatárselos.

—Nunca piensas en nada, solo actúas. No podía resultar todo tan bien.

—Supongo que he tenido suerte hasta ahora.

—Demasiada —río volviendo a negar con la cabeza.

—Harry...

El sonido de las llantas resbalando sobre el asfalto, el freno que no parece responder y los ladridos lejanos de Box hacen que me despierte exaltado como cada puta vez. Al abrir los ojos lo primero que veo son las estrellitas pegadas en el techo y suelto un suspiro de alivio al comprender que estoy en la seguridad de mi habitación.

—Harry —Giro mi cabeza hacia la puerta escuchando a mamá hablar desde el otro lado—. ¿Sigues durmiendo? ¿Todavía te duele la cabeza?

—Ya no —Tiro de mis sábanas hasta cubrirme la cabeza—. Pasa.

Mamá abre la puerta golpeteando su pie contra el suelo en señal de impaciencia—. Dijiste que solo dormirías dos horas. Ya estamos llegando demasiado tarde, levántate de una vez.

No respondo y al segundo siguiente siento una almohada cayéndome encima.

—Ya voy, mamá —gruño sacudiéndome para hacer que la almohada caiga de encima de mí.

—Apresúrate, toda la familia nos está esperando —cierra la puerta y al estar otra vez a solas suelto todo el aire de mis pulmones.

Con pesadez salgo de la cama y me meto en la ducha. Dejo que el agua fría se lleve toda la angustia que me generó el volver a soñar con el momento del accidente. Todavía me asombro de lo rápido que pude reaccionar al darme cuenta de lo que había pasado; no dudé ni medio segundo en llamar a emergencias y ponerlos al tanto mientras salía a la ruta en mi propio auto para ir a su encuentro con los ladridos desesperados de Box al otro lado del celular haciéndome saber que todo estaba mal.

—¡Harry! —grita mamá desde fuera de mi habitación y yo cierro el grifo de la ducha—. Apresúrate, hombre.

—¡Ya estoy saliendo! —grito en respuesta para que pueda escucharme mientras envuelvo una toalla en mis caderas y salgo del baño.

Ni bien abrir la puerta encuentro a Box con la lenga colgando y la cabeza de lado. Le rasco el lomo al cruzar junto a él y su respuesta son algunos ladridos eufóricos que suelta mientras camina detrás de mí y luego se sube en la cama sin mayor dificultad más que un salto.

Me paro frente al espejo haciendo cara de asco la ver lo arrugada que está mi camisa, pero de todas formas me la pongo y voy en busca de un bóxer y un jean negro. Diez minutos después estoy abriéndole la puerta del auto a Box para que se suba en los asientos traseros y meterme yo a su lado.

—¿Cinturones? —Mamá nos mira por entremedio de los asientos delanteros y yo asiento—. Bien, entonces no sé qué más estamos esperando.

Mira a Ander que se encoge de hombros y al segundo siguiente enciende el motor. La música puede escucharse incluso a cuadras de distancia, lo que me hace replantearme si de verdad quiero estar ahí o no; ayer, con Abraham y Mike, estuvimos bebiendo y jugando FIFA hasta que amaneció, de ahí fui directo a Los Ángeles a buscar a Lucca al aeropuerto y luego fue cuando decidí que iba a dormir dos horas antes del cumpleaños. Estoy cansado y creo que eso puede reflejarse en las bolsas opacas debajo de mis ojos.

Las canciones que quiero dedicarte [✓]Kde žijí příběhy. Začni objevovat