30 | «La gira»

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📀🎶Diciembre 07 de 2042, Los Ángeles, California. 🎶📀

Cuando la última nota de la última canción suena, los cinco contemplamos al público con lágrimas en los ojos. Tocar para cien personas en el bar y para diez mil en el festival de San Valentín no se compara con esto, veinte mil personas reunidas en un estadio solo para vernos a nosotros, a Moor, a estos chicos que encontraron en la música todo lo que les hacía falta y ni siquiera eran consciente de ello. Es una locura y, por más que ahora estemos viviéndola en carne y hueso, todavía es dificil creer que de verdad esté pasando.

Nos tomamos de las manos haciéndoles una reverencia a la que responden con gritos eufóricos. Las horas de ensayo que pasamos encima de este escenario los últimos dos días valieron la pena porque gracias a eso todo resultó perfecto.

Bajamos del escenario, Lena y Mike llevándose sus instrumentos con ellos, y nos metemos en el área de carpas que utilizamos como camarines.

—¡Moor, Moor, Moor! —grita Phebe sonando como un jugador de rugby.

Nos unimos a coro con sus gritos, Melody, Kilian y los chicos nos acompañan mientras damos vueltas en círculos abrazados por los hombros.

—¡Bienvenidos al resto de nuestras vidas! —aúlla Abraham y acto seguido nos rocía con la espuma del champagne que tiene en manos.

📀🎶Diciembre 12 de 2042, San Francisco, California.🎶📀

—¿Podemos? Solo un rato, di que sí —insiste Kilian, a pesar de ser la cuarta vez consecutiva que nos dicen que no.

—Tenemos tres horas libres —apoyo yo—. Volveremos antes de que te des cuenta.

No recuerdo la última vez que tuve que pedir permiso para hacer algo, pero sí sé que fue hace mucho y ahora se siente raro, extremadamente raro, tener que rogar por permiso.

Cindy, nuestra coordinadora para California, aprieta los labios y luego suelta un largo suspiro, lo que supone una victoria para nosotros.

—Solo tienen tres horas, controlen el tiempo porque cuando se divierten pasa rapidísimo y tienen totalmente prohibido llegar tarde.

Abraham la abraza, dejando un beso en su mejilla, Mike la levanta del suelo y da un giro con ella en brazos mientras el resto de nosotros se dispone a correr hacia el estacionamiento. Encontrar un taxi con cupo para diez personas se nos hace más dificil de lo que pensábamos y terminamos perdiendo más de media hora en esa tarea; bien podríamos haber tomado una de la camionetas en las que Empire nos traslada de un lado al otro, pero esto que estamos haciendo es clandestino y si llegan a enterarse no solo estaremos en problemas nosotros, sino también Cindy.

Ya en el taxi, o mejor dicho, ya en la combi, ninguno de los diez sabe dónde ir, así que dejamos en manos del conductor decidir dónde pasaremos nuestras horas libres. Esto prueba lo falsa que es la frase «Dos cerebros piensan mejor que uno», porque ni siendo diez pudimos soltar siquiera una sugerencia decente sobre dónde ir.

—¿Les parece bien aquí? —pregunta el hombre deteniendo su combi frente a un inmenso cartel de un parque de diversiones.

—¿Crees que tenemos quince años? —Apenas Alex, uno de los chicos que nos acompaña en la gira, termina de hablar le caen encima de él nueve pares de ojos fulminantes.

—Aquí está bien, señor —Phebe le sonríe sacando la cartera de su bolso, pasa su tarjeta por el POS y vuelve a sonreírle cuando el hombre le da el recibo.

Bajamos de la camioneta todavía clavándole los ojos a Alex. Estos días en los que estuvimos tocando en Los Ángeles, aprendimos dos cosas suyas; la primera es que el día en que no apareció al estudio a grabar con nosotros no era porque quisiera ahorrar tiempo, sino porque no nos sentía merecedores de su presencia, él mismo lo dijo. Y la segunda, nadie lo soporta, salvo nosotros que firmamos un contrato que nos obliga a permaneces juntos.

Las canciones que quiero dedicarte [✓]Where stories live. Discover now