16 | «Merry más fuerte que nunca»

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Cuando cumplí los doce años me negué a seguir acompañando a mamá, o a cualquier mujer de mi familia, al centro comercial. ¿Mi razón? Lo complican todo; no pueden simplemente ir a una tienda, ver algo que les guste y comprarlo, no, tienen que recorrer todo el lugar y al acabar volver a revisar por si se les ha pasado algo y aunque no lo admití en ese entonces, era insoportable pasar cuatro horas caminando de punta a punta del establecimiento. Cuando teníamos que comprar ropa para presentarnos con la banda nos dividíamos en Phebe y Lena por un lado y el resto de nosotros por el otro; esto con el claro fin de poder comprar nuestras cosas de una vez y buscar algo productivo que hacer mientras las esperábamos. He escapado de la unión del centro comercial y las mujeres durante mucho tiempo, pero de esta no he podido zafar así que ahora espero sentado frente a una tienda de lencería mientras mi madre y Sara ríen a carcajadas dentro de ella.

Y no solo yo he caído en esta telaraña, Mike está conmigo.

—¿Crees que van a tardar mucho más? —pregunta como si yo tuviera la respuesta.

Aunque por experiencia, puedo asegurar que la menos le queda media hora más ahí dentro.

—Supongo que sí —Ni bien pronuncio la última letra de la palabra, Mike se voltea hacia mí formando una línea con sus labios.

—Mejor, porque hay algo de lo que tenemos que hablar —Su tono serio hace que mi seño se frunza casi por inercia y mi mente se plague de ideas que no me gustan—. Voy a volver a mi casa.

Bueno, no había contemplado esa posibilidad, pero entre todas las que sí, es la mejor.

—¿Hablaste con tus padres? —Doy una ojeada rápida a la tienda solo para asegurarme de que mamá y Sara sigan ahí y regreso mi vista a Mike—. ¿Cuándo?

—No, todavía no lo he hecho, pero voy a hacerlo —Sus labios se curvan apenas un poco y en el gesto identifico un dejo de tristeza.

—¿Después de todo lo que te dijo? —El día de la fiesta para celebrar el contrato no pude reprimir mi expresión de asco mientras veía a su padre decir que estaba orgulloso de sus hijos, que los amaba y que veía un futuro brillante en ellos—. ¿Por qué?

—Por Abraham —baja la cabeza todavía con esa sonrisa ladina curvando sus labios—. Voy a pedirle perdón a mi padre, le llevaré los vinos y si me reprocha por algo me la aguantaré. Si Abraham volvió a inyectarse cosas es porque algo no va bien... Sé que es todo el estrés por llegar a tiempo con las cosas de la banda, pero también sé que hay algo más y no puedo dejarlo solo... Es mi hermano y aunque a veces sea un idiota lo amo con el alma entera.

Cruzo mi brazo por encima de su hombro y lo abrazo sonriendo. Siempre me pareció un tanto extraño el amor de hermanos; pueden llevarse terriblemente mal, insultarse y hasta decirse que se odian, pero estoy seguro de que si la vida de alguno está en riesgo el otro no dudaría en poner la suya en juego por una mínima posibilidad de salvarlo.

—Sabes que siempre voy a estar para lo que necesites, no importa la hora ni dónde me encuentre, siempre cuentas conmigo —digo mientras asiento con la cabeza y él copia mi gesto—. Abraham igual.

—De todas formas... Que vuelva a casa no significa que no pueda visitarte algunas veces a la semana —se rasca la nariz—. Puedo dejar algunas cosas en el cuarto de invitados y fingir que nunca me fui.

—Seguro a mamá va a gustarle, ya se acostumbró a tenerte ahí todo el día.

—¿A qué me acostumbré? —pregunta mamá tomándonos a ambos por sorpresa al dejar caer sobre nosotros unas bolsas de papel—. Les compramos unos regalos por la paciencia.

—Decíamos que te has acostumbrado a que esté en la casa y que ahora que me voy vas a extrañarme —Mike saca un bóxer negro y me lo muestra asintiendo con la cabeza—. El que traigo puesto es el único que no tiene agujeros, gracias, Vicky.

Las canciones que quiero dedicarte [✓]Where stories live. Discover now