27 | «No era bueno para ustedes»

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Mientras camino hacia la entrada de la enorme casa siento mi corazón encogerse. Sé que mamá dijo que no le importaba, al contrario, quiere que haga esto, y que Melody tiene razón; si no lo odio no hay razón para mantenerlo apartado de mi vida por siempre, pero aún así no puedo evitar sentirme culpable por haber accedido a hacer esto. 

Melody aprieta mi mano y yo la miro sonriendo. Suelto un largo suspiro antes de tocar la puerta y vuelvo a verla solo para sentirme reconfortado con la sonrisa que me regala. Me repito una y mil veces que mamá está bien, que le agrada la idea, que quiere que le de una oportunidad de ser el padre que nunca fue, me lo repito en busca de creérmelo, pero es imposible.

¿Cómo intentar querer a alguien que jamás te quiso?

Franchesca abre la puerta recibiéndonos con una sonrisa amplia que le ocupa, literalmente, a mitad del rostro. Abraza a Melody dándole un beso en la mejilla y luego hace lo mismo conmigo que la saludo con menos entusiasmo que mi novia. Si soy sincero, uno de los principales motivos por los que estoy aquí es porque ella me alentó a venir. La cena de la que Landon nos habló era para festejar el cumpleaños de Dylan, Franchesca se lo hizo saber a Melody y le pidió, casi que de favor, que viniéramos.

—Muchas gracias por aceptar la invitación —dice ella mientras nos metemos dentro de la casa.

Aprieto los dientes tragando grueso al ver las fotos que guindan en las paredes del pasillo. Hay una cuantas, al menos más de diez, en las que estoy yo. Son fotos que él no tomó y de momentos en los que claramente no estuvo, recuerdos que no le pertenecen y que no tiene ningún derecho de hacer propios.

—Se las pidió a Lucca —dice Franchesca como si notara mi incomodidad y quisiera reducirla—. La de tus seis años es adorable, eras todo un hombrecito.

No era un hombrecito, era un niño que en medio año estaría visitando un psicólogo para comprender por qué anhelaba la atención de alguien que no había visto jamás en su vida.

—Es una lástima que se haya perdido la fiesta —suelto con ironía—. Le habría mandando una invitación, pero no tenía ni la menor idea de dónde estaba.

El silencio reina entre nosotros hasta que llegamos a la sala y ahí está él. Landon se pone de pie viéndonos con los ojos agrandados, completamente sorprendido, como si fuera más fácil tener una vaca con alas de fénix y patas de dragón en su sala a que su hijo y la novia.

—Bienvenidos —dice acercándose para saludar.

Le da un beso en la mejilla a Melody e intenta hacer lo mismo conmigo, pero antes de que llegue a tocarme estiro mi mano y aprieto los labios esperando a que la estreche.

—Le trajimos un regalo a Dylan —Melody saca el vale para la tienda de música de su bolsa y se lo da a Landon que sonríe de lado viendo el papel en sus manos.

No conocemos al chico por lo que no teníamos siquiera una mínima idea de qué regalarle. Melody le preguntó a Franchesca y, aunque al principio se negó a darnos opciones porque lo importante era la presencia y no el regalo, luego acabó por decirle que a Dylan le gustaba la música y todo lo que la envuelva.

Un chico, de unos dieciséis años mas o menos, baja corriendo por las escaleras soltando carcajadas y al toparse con nosotros se detiene en seco viéndonos como si fuéramos los fantasmas de dos almas en pena.

—¿Dylan? —pregunta Melody, pero el chico niega con la cabeza sin emitir siquiera un solo sonido.

—Él es Samuel —lo presenta Franchesca posando su mano en la espalda de él—. Es el novio de Dylan.

—Es un gusto —Melody le sonríe a vez que yo estrecho su mano.

El chico simplemente se queda estupefacto parado junto a Franchesca que no deja de sonreír mientras lo ve.

Las canciones que quiero dedicarte [✓]Where stories live. Discover now