XIII. SALAMANDRA

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—¿Cuándo volviste?

Hermione había hecho la pregunta con un hilo de voz y el corazón desbocado, sintiendo su tez completamente sonrojada por el imprevisto encuentro. En el rostro de Draco pudo notar un gesto de estupefacción, probablemente el mismo que tenía ella en ese momento.

Draco tampoco se había preparado para esto y no logró con éxito buscar la respuesta, preguntándose si ella era real; si lo hubiera planeado no le hubiera salido tan perfecto. Si acaso recordaba el timbre de su voz y escucharlo movió cada fibra de su ser.

¿Qué se hacía cuando te encontrabas a la mujer a la que le habías declarado tus sentimientos?

¿Qué se hacía si el hombre que te había confesado su amor por carta se había ido y de repente, aparecía de la nada?

El mundo se había detenido para ambos, quienes nerviosos y anhelantes, se veían fijamente a los ojos deseando perdurar aquel instante, olvidados completamente de por qué estaban en ese lugar, olvidados de su cita con Theo.

Algo que Hermione siempre temió fue el no sentir cierta química o conexión al estar frente a él, y claro que podía sentirla, no era solo la sorpresa de encontrarse con él inesperadamente. Se había quedado prácticamente hipnotizada ante la mirada del mago que la veía con anhelo.

—¿Quisieras... —balbuceó luego de unos segundos que parecieron horas, apenas logrando articular esa palabra, por lo que tuvo que aclararse la garganta—, quisieras ir por una cerveza de mantequilla?

Hermione temía hablar y que el Draco frente a ella fuera completamente producto de su imaginación y desapareciera tal cual había llegado, pero también sentía que si no daba el primer paso, él huiría nuevamente.

Draco apenas asintió temiendo que si parpadeaba, Hermione se esfumaría como muchas otras veces en sus sueños.

—Detrás de aquellos árboles podremos aparecernos en el Caldero...

—Hay un sitio muy cerca de acá —interrumpió Draco luego de carraspear para limpiar la garganta, señalando con una mano la dirección de un lugar que, había escuchado alguna vez por medio de Harry, era uno de los frecuentados por ambos y de los favoritos de Hermione—. No tienen cerveza de mantequilla, pero es un lugar bonito y...

—Está bien —interrumpió esta vez Hermione sonriendo, para luego pensar: por mí es perfecto en cualquier lugar donde tú estés—. ¿Caminamos entonces?

El mago asintió nuevamente y luego de comprobar que su corbata estaba en perfecta posición, metió sus manos en los bolsillos del pantalón para ocultar su nerviosismo y empezó a caminar lentamente y en silencio en dirección al lugar.

Hermione iba a su lado, aferrada a su bolso en la mano izquierda como si con ello pudiera evitar que sus piernas temblaran al caminar y la dejaran en ridículo. Seguía sin creer que se hubiera encontrado precisamente con él ese día, luego de casi año y medio de no saber nada de él. Fue mayor la sorpresa cuando cayó en cuenta que se dirigían a The Founder's Arms.

Una vez en el lugar, Draco aún algo cohibido por estar frente a Hermione, sugirió una de las mesas de la terraza o si ella lo prefería, una en el interior. La joven señaló una mesa en la terraza pensando en que dentro de poco caería el atardecer y desde ahí, con la vista despejada de la ciudad, con suerte podrían disfrutar de una puesta de sol impresionante.

Draco, con cierta timidez, le ayudó con la silla, gesto que jamás habían tenido Ronald o Harry; en realidad ninguno de sus amigos o conocidos, solo su padre hacía muchos años, por lo que la deferencia la tomó por sorpresa; sin embargo, inmediatamente se sintió halagada. Nunca había estado a solas con él, jamás habían interactuado más allá de unos insultos en el pasado por lo que conocer esta faceta se convirtió en su nueva tarea de investigación.

Dulce sufrimientoWhere stories live. Discover now