XIX. COLLOPORTUS

251 27 1
                                    

¿Acaso estaba nuevamente soñando? ¿Iba a abrir los ojos para descubrir que su mente otra vez lo estaba engañando, que no estaba besando a Hermione, que no era ella quien estaba abrazada a su pecho?

El perfume con notas de jazmín y vainilla, la piel suave y tibia lo estaban embriagando. Había ansiado tanto este beso, llegar a ese momento, que no pudo evitar sonreír, algo que por lo visto le pasaba mucho cuando estaba con Hermione; tal era la alegría que sentía en su corazón, algo que no recordaba haber experimentado ni siquiera durante aquel primer beso adolescente con Pansy.

Un nudo en su garganta debido a la emoción le impidió hablar cuando ella, con timidez, escondió su rostro sonrojado en su pecho. Estaba hermosa, y si no se equivocaba, había ansiado ese momento tanto como él. Su corazón empezó a latir nuevamente con rapidez ante ese descubrimiento, y aumentaron su anhelo por otro encuentro, por otro beso, por más... más de ella, más de todo. El inmenso amor que sentía por Hermione había llegado a nuevos confines y la realización de que ella le correspondía le provocaron el querer abrazarla con fuerza, como si no quisiera separarse de ella nunca más. Deseó que su magia fuera capaz de detener el tiempo, que esta felicidad que lo estaba llenando jamás se extinguiera.

Pero el tiempo era su peor enemigo y debían regresar a Londres. Aprovechando que no había nadie a su alrededor, Draco sacó la varita, los desilusionó por si acaso alguien llegaba y activó el broche celta. Segundos después estaban en el porche de la casa de Hermione. Ella mantuvo unos instantes más su brazo sobre él, probablemente mientras pasaba el mareo producto del uso del traslador.

—Quieres... —Adivinando lo que ella le estaría proponiendo y sabiendo que si pasaba a su casa quizá no saldría de ella nunca, la interrumpió con amabilidad.

—Creo que lo mejor ahora es descansar. Mañana es día de trabajo. —Hermione vio su reloj de pulsera e hizo un gesto de asombro por la hora—. No sé cuánto tomará lo de Potter o si voy a tener tiempo para algo mientras esté en Londres, pero si fuera posible, podemos vernos mañana, si gustas... En todo caso, te estaría enviando una nota para programar algo.

—Está bien —dijo tímidamente mientras sonreía.

Draco pasó una rápida mirada de sus ojos a sus labios y no pudo aguantar la tentación de volverla a besar, aunque esta vez no alargó el beso por su propia seguridad. Era tan fácil dejarse llevar por lo que sentía, perderse en aquella boca que se estaba convirtiendo en su adicción que prefirió ser más cauteloso. Terminó su contacto con un pequeño beso en la mejilla, tan similar al de la noche anterior, solo que esta vez no se marchó sino que esperó a que ella entrara a la casa y cerrara la puerta. Volviendo sobre sus talones, aprovechando la oscuridad, se aseguró de que nadie lo veía y se apareció en Sunserley House, aún sin creer todo lo que había pasado.

A la mañana siguiente se presentó en el ministerio a primera hora. Había esperado ver a Hermione pero las oficinas estaban en pisos diferentes; además, no habían hablado sobre cómo manejarían su situación.

Draco fue recibido con efusividad por algunos de sus antiguos compañeros aurores y con indiferencia por otros, como si a él le importara que el idiota pelirrojo le dirigiera la palabra, y estaba planeando sentarse en la sala de espera de la oficina de Harry, cuando este apareció. Le pidió a su secretaria que no fuera molestado por nadie, así se estuviera cayendo el mundo y por si eso no fuera suficiente, recién pasaron ambos el umbral del despacho, murmuró un colloportus que bloqueó mágicamente la puerta y además lanzó un hechizo no verbal a la perilla, que él adivinó, quemaría la mano o chamuscaría la varita de quien intentara abrir a pesar de sus órdenes.

Draco se sentó en un cómodo sofá mientras Harry caminaba de un lado a otro mientras lo ponía al tanto de la situación. Efectivamente, el caso que Harry le estaba presentando era complicado y era entendible el por qué de su comportamiento previo con el asunto de la puerta. Llevaban dos meses intentando resolver el caso y estaban como el primer día. No había un patrón establecido más que la nota en runas antiguas firmada con un diamante que dejaba sobre las víctimas, por lo que no se podían predecir los movimientos de la mujer, casi que las únicas pistas que tenían eran de un testigo que la había escuchado hablar y sabían lo del diamante en la muñeca izquierda porque una de las víctimas era lo único que había alcanzado a decir antes de morir. La escurridiza asesina se burlaba de los aurores y de su intento por detenerla y eso tenía a todo el departamento vuelto loco, en especial a su jefe, el famoso elegido, el niño que vivió, el que los había librado del horror de Lord Voldemort.

Draco sugirió que las notas podrían ser simplemente un distractor y pidió los expedientes de las cinco personas que habían muerto por causa de su varita.

—Incluso hemos llegado a creer que no utiliza siempre la misma varita pues la firma mágica no es igual en cada caso —dijo Harry mientras invocaba una carpeta donde había un grueso expediente judicial—. Si aceptas ayudarnos con esto, y de verdad ruego a Merlín que lo hagas, tu antigua oficina está libre así que puedes disponer de ese espacio como mejor te plazca y utilizar los recursos que sean necesarios, pero no podemos permitir que esta mujer se siga burlando de todos.

—Jamás creí que te vería suplicarme, Potter —le dijo con una sonrisa retorcida, cruzándose de brazos y manteniendo el aire de suficiencia que siempre lo había caracterizado.

El hombre serio que tenía enfrente en nada se parecía al dulce padre que abrazaba a su hijo James y besaba la sien de su esposa en una foto sobre el escritorio. Harry frunció aún más el ceño, si eso era posible, y parecía fulminarlo con la mirada.

—Si crees que esto fue fácil para mí, no lo fue. Y si por lo visto, vas a volver a ser el maldito idiota de hace años, prefiero...

—Tranquilo, Potter —interrumpió con una mueca de sarcasmo—, era solo un poco de humor —aclaró levantándose del sofá para luego tomar la carpeta—. Revisaré el caso exhaustivamente y te pasaré mis conclusiones apenas tenga algo en concreto.

Sin usar su varita, murmuró unos encantamientos que desbloquearon fácilmente la puerta y la perilla y guiñando un ojo a su antiguo compañero, quien lo veía con asombro, se marchó con andar pretencioso.

Sabiendo que la investigación inicial le tomaría varias horas, prefirió escribir un memorándum interdepartamental para Hermione, indicando que esa tarde no podrían verse, pero que esperaba poder hacerlo al día siguiente. De igual manera, se mantendría en contacto con ella.

Era muy tarde en la noche cuando salió de la oficina con un panorama más o menos claro de lo que tenía entre manos; sin duda alguna, uno de los casos más confusos en los que había participado. Le llevaría probablemente algunas semanas investigando frenéticamente buscando patrones, conexiones o algún indicio que los demás hubieran pasado por alto, pero era lo que amaba de su trabajo, el reto que ponía a trabajar su astucia.

Con hambre, se dirigió a la casa de Theo a quien no le importaría que no fuera una hora decente para recibir visitas, dispuesto a relajarse un rato con sus mejores amigos.

Con hambre, se dirigió a la casa de Theo a quien no le importaría que no fuera una hora decente para recibir visitas, dispuesto a relajarse un rato con sus mejores amigos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dulce sufrimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora